La celebración del Gol de Vela, insuficiente para ganar el derbi. |
Como había tantas dudas en torno a la convocatoria decidida a última hora, en el once hubo par de sorpresas. Parecía que Mikel González iba a llegar para ser titular y ni siquiera se vistió de corto, y Markel parecía descartado por la lesión muscular que le sacó del once en Villarreal y fue titular en el centro del campo. Arriba se cumplió con lo esperado y Finnbogason fue titular, y por detrás de ellos el sacrificado fue Canales. Pardo volvió a ser suplente en otro partido grande, algo que ya es una situación perenne para él, sea Montanier, Arrasate o Moyes el entrenador que le deja fuera. El once respondió desde el primer minuto a la exigencia de intensidad del técnico escocés, y la pregunta que de momento sigue sin una respuesta es hasta qué minuto puede aguantar la Real jugando así. La respuesta llegó unos 45 minutos más tarde, cuando el equipo cayó tras el descanso de una forma palpable, pero no tendría que ser explicación suficiente porque la necesidad obligó al equipo txuri urdin a mandar en los últimos minutos y lo hizo. Es decir, que la preparación puede ser un problema pero no es el problema.
¿Y cuál es entonces el problema? Moyes de momento no ha terminado de dar con las soluciones, ni siquiera en partidos que se ponen tan de cara desde el principio como este derbi. No habían pasado ni tres minutos cuando el marcador ya sonreía a la Real. Un Chory Castro enchufadísimo desde el inicio, pero de nuevo de más a menos, protagonizó una espléndida maniobra en la banda izquierda, con un doble amago que dejó sentado al defensor del Athletic y le permitió enviar el balón al corazón del área donde apareció Vela, sorprendentemente libre de marca, para rematar de cabeza y subir el 1-0 al marcador. Es difícil de entender que se valore tan poco a Vela cuando, salvo el Cristiano Ronaldo que está destrozando los récords goleadores de todos los tiempos, no parece haber ningún jugador en la Liga española que aporte tanto a su equipo como el mexicano lo hace a la Real. Si llega a marcar la extraordinaria jugada personal que hizo minutos después, con un indudable sabor maradoniano, habría sido para pedir la revisión de las votaciones al Balón de Oro.
Esa fue una de las ocasiones de las que gozó la Real en la primera mitad para subir al marcador la auténtica diferencia que hubo en la primera mitad entre los dos contendientes. Y es que la intensidad hizo que la superioridad realista fuera palpable. Ni el fútbol, ni la calidad: la intensidad. Nada nuevo, en realidad, pero eso evidencia una vez más que la Real es un equipo difícilmente superable cuando se emplea de esta forma sobre el terreno de juego. Pudo marcar Iñigo Martínez, debió hacerlo, con un cabezazo totalmente libre de marca, décimas de segundo después de que Carlos Martínez fuera objeto de un clarísimo penalti que se fue al limbo, como ya ha sucedido esta temporada en múltiples ocasiones. Fernández Borbalán no está precisamente entre los mejores árbitros de Primera, y en este derbi tomó algunas decisiones difíciles de entender. La más trascendente, sin duda, este penalti. Pero, claro, la Real todavía no sabe lo que es tener uno a favor, no parecía fácil que fuera precisamente el derbi el partido que rompiera esta asombrosa racha.
Finnbogason disfrutó de la otra gran ocasión del primer acto tras un maravilloso centro de Carlos Martínez, pero el cabezo del islandés, totalmente solo, de nuevo pareció impropio de un delantero con las cifras que tenía este antes de fichar por la Real. Es verdad que hoy demostró mucha más implicación en el juego del equipo, y a ratos pareció otro futbolista, pero al delantero centro se le valora por sus goles y a Finnbogason le quedan ya sólo dos partidos para no cerrar 2014 sin un tanto con la camiseta txuri urdin. Como todo le sale mal, en la segunda parte hasta su ocasión más clara fue anulada por Fernández Borbalán por un fuera de juego que sólo vio el asistente, quizá gracias a las protestas del Athletic. Aún en la primera mitad, Vela también pudo marcar con un fuerte disparo que repelió Iraizoz. No es que la Real fuera precisamente un vendaval ofensivo, pero todas las ocasiones claras de la primera mitad fueron suyas.
¿Y el equipo bilbaíno? En esos primeros 45 minutos sólo tuvo alguna ocasión provocada por los habituales problemas de Zubikarai en las salidas, aunque el arquero realista hizo una buena parada en un flagrante error de su defensa, y un disparo de Susaeta desde lejos que en realidad impidió un contragolpe claro tras una pérdida de balón de Granero. El equipo bilbaíno sobrevivió totalmente superado por la Real. Y hay que insistir en que no por fútbol, sino por intensidad. Markel, aunque su ritmo siempre le haga parecer más de lo que realmente es, estuvo mejor que en otros encuentros y Granero no empezó nada mal, lo que dio un plus a la Real. Pero el escenario cambió en la segunda mitad. La Real atrasó sus líneas de una forma habitual desde hace mucho tiempo y permitió que el Athletic viviera más cómodo. ¿Cuestión física? Puede ser, aunque los minutos finales lo desmienten. ¿Mérito del rival? También puede ser, pero no le sirvió para generar ocasiones de peligro en la portería de Zubikarai. De hecho, a pesar de la clara sensación de superioridad del Athletic, el empate de De Marcos fue en realidad la única ocasión clara que tuvo.
Incluso en esos minutos de sufrimiento para una Real que no hacía más que achicar balones sin objetivo futbolístico alguno, las llegadas a las áreas eran parejas. Con todo a favor, Muniaín lanzó fuera la primera ocasión del Athletic, y Finnbogason hizo lo propio con la de la Real, tras un buen pase cruzado de Xabi Prieto a Chory Castro que se anuló en esta ocasión correctamente por fuera de juego del islandés. La diferencia entre ambas ocasiones estuvo precisamente en la actitud del árbitro. Fernández Borbalán acertó al anular la realista, viendo con precisión la infracción de Finnbogason, pero dejó pasar un atropello a De la Bella en la jugada en la que Muniaín casi hace el empate (el lateral realista se quedó tendido en el terreno de juego, rompiendo en el fuera de juego de todo el ataque bilbaíno). El lateral realista después se echó de nuevo al césped dolorido e incluso algo aturdido por el golpe, y quién sabe si no es casualidad que por eso no fuera el jugador que cerrara a De Marcos cuando pocos instantes después hizo el 1-1. Un golazo, todo hay que decirlo.
Con el empate, el partido parecía más decantado para la victoria del Athletic que para la reacción realista. Pero hay que dejar claro que Zubikarai no tuvo que hacer ni una sola parada de mérito. Algún disparo lejano de Aduriz (emblema de lo fácil que es pitar en Anoeta, el delantero visitante realizó cinco faltas, más que cualquier jugador de la Real, y no fue amonestado) que no cogió portería, pero en realidad muy poco peligro. Moyes reaccionó al gol del Athletic realizando un doble cambio apenas dos minutos después, pero sus decisiones fueron extrañas. Dejaron el campo Granero y Chory Castro, que no parecían los peores del encuentro, y entraron Zurutuza y Canales, que en realidad no llegaron a tener un papel decisivo en el devenir del juego realista. Al final fue mucho más decisivo el nivel de las estrellas realistas que los movimientos desde el banquillo. Si un Vela superlativo había forzado la primera amarilla a Laporte, la habitual superioridad de Xabi Prieto por alto sacó la segunda. Y debió ser roja directa, pero Fernández Borbalán no se atrevió, como tampoco tuvo el valor de mostrarle la segunda amarilla por una trifulca previa sin balón con Finnbogason.
Al menos la superioridad numérica realista en los diez minutos finales permitió que la victoria del Athletic que se temía con razón por la situación del encuentro se convirtiera en una auténtica quimera. Por eso es difícil pensar que la Real tiene un auténtico problema físico, porque cuando hace falta saca fuerzas de donde no las hay. El final del partido sólo tuvo color txuri urdin. Y de nuevo hay que insistir en que no fue por fútbol sino por insistencia, quizá hasta orgullo, y desde luego una intensidad renovada. Canales tuvo las dos ocasiones más claras para lograr el gol de la victoria. Primero en un libre directo que se estrelló en el larguero, prolongado la doble maldición por un lado de la madera, porque ya son casi una decena los balones que se han estrellado ahí en lo que llevamos de Liga, y por otro de las faltas, porque no hay un solo realista que haya sido capaz de marcar en esta suerte futbolística desde que Bravo lo hicieron en Segunda allá por el año 2010. Decir que eso es preocupante se queda corto. La segunda ocasión llegó ya en el minuto 93, después de ganar dos veces el balón por alto, el cuero cayó en los pies de Canales pero Iraizoz detuvo su disparo.
El varapalo de Villarreal y la decepción de no ganar el derbi son ya claras amenazas sobre el efecto Moyes. Y más escuchando sus explicaciones en la sala de prensa, asegurando que los jugadores están entrenan bien y están intentando que las cosas salgan de forma correcta. Eso ya se tenía en la etapa de Arrasate. Lo que falla va más allá de eso y el técnico escocés, sin ser responsable directo de esos problemas, aún no ha encontrado soluciones, y tampoco está arriesgando demasiado en esa búsqueda. Su método está siendo hasta ahora dar confianza a los pesos pesados del vestuario y los sacrificados son los mismos que en la etapa de Arrasate. Y la Real sigue sin ganar, sigue sin despertar, sigue sin alejarse de los puestos de descenso y sigue sin encontrar el fútbol que haga justicia a la categoría que la plantilla creía tener y que está cada vez más en entredicho. Ojo a los dos próximos partidos, que pueden definir la temporada, sobre todo para mal. El duelo copero ante el Oviedo y la visita al Levante pueden dejar a a Real muy tocada, en descenso, eliminada de la Copa, sin ganar fuera de casa en lo que llevamos de temporada, sin el revulsivo que se esperaba del entrenador y con la moral por los suelos. En su mano está no llegar a ese escenario.
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