José Ángel, en un lance del partido. |
Y eso que el arranque del partido dio la impresión de que, por fin, se podía conseguir una victoria cómoda. La diferencia real entre la calidad del equipo txuri urdin y el celtiña es, probablemente, la que se vio en los veinte primeros minutos del partido, donde la Real debió conseguir una muy holgada diferencia en el marcador, sin la necesidad de forzar demasiado la máquina o imprimir al partido un ritmo demasiado endiablado. Pero la diferencia entre el empuje y la ilusión de uno y otro conjunto se vio en el resto del encuentro y sobre todo en el tramo final, después de que el Celta empatara a algo menos de diez minutos del final y Luis Enrique se viera obligado a echar a los suyos atrás porque, de tanto entusiasmo, se iban a por la victoria descuidando la defensa e infravalorando el punto que habían conseguido con uno menos. Se puede pensar que el problema de la Real es físico de una forma completamente lícita y argumentada, pero lo que hoy provocó que los de Arrasate perdieron dos puntos fue mucho más psicológico y emocional. La Real no tiene alma ahora mismo.
Así, el partido se empezó a perder cuando no se consiguió ganar en el mejor tramo de juego realista en más de un mes, los primeros minutos del partido. El comienzo del choque en Vigo fue exactamente lo que cabía esperar tras las palabras de confianza en sí mismos y sus posibilidades que se escucharon durante la semana en boca del técnico y sus jugadores. A los dos minutos, Canales remató de cabeza a las manos de Yoel una sensacional jugada trenzada entre Zaldua y Vela. A los siete, Agirretxe no llegó a adelantarse al guardameta por muy poco tras un buen centro de Griezmann. Sólo dos córners mal botados en corto afeaban un espléndido arranque txuri urdin, en el que además se estaba recuperando la variedad en su forma de llegar hasta la portería de Yoel. El 0-1, en el minuto 8, fue de todo menos una sorpresa. Canales probó fortuna desde fuera del área, despejó la defensa y el balón cayó de nuevo a los pies del ex valencianista que no se lo pensó y enganchó otro zurdazo que, este sí, llegó al fondo de las mallas. Muy buen gol de Canales, el primero que marca en la Real.
Con el 0-1, la Real siguió mandando y generando ocasiones de peligro. Vela provocó el despeje de un nervioso Yoel que Griezmann, con un poco más de chispa, habría cazado. Iñigo pudo marcar en dos córners de forma casi consecutiva, y el propio Griezmann estuvo cerca del gol en un disparo tras recortar, aunque dio la impresión de que un centro por delante de la defensa y de primeras habría encontrado un rematador claro. Fueron veinte minutos notables, muy cerca del sobresaliente, en los que sólo faltó algo más de acierto, porque la Real había puesto el partido en situación no ya de ganar sino incluso de golear. Pero de repente, y no es algo nuevo, la Real desapareció. El Celta, que no había llegado al área de Bravo en esos veinte primeros minutos, se hizo dueño y señor del partido. Y los motivos son claros. Markel ni roba balones ni corta el juego de otra forma (ni por posición ni por faltas, no llegó a hacer una en todo el partido), Zurutuza parece tener gasolina sólo para esos minutos y un Canales multiplicado no basta para lo que necesita el equipo. Si a eso se añade la indolencia de los extremos, sobre todo de un irreconocible Griezmann, que dejaron tirados a los laterales, se entiendo por qué el Celta empezó a llegar en oleadas.
José Ángel evitó el primer gol del conjunto local en esa primera llegada de peligro, Bravo tuvo que hacer dos paradas de forma casi consecutiva, la primera en un disparo de Nolito escorado hacia la izquierda y la segunda con un lanzamiento desde fuera del área de Krohn-Delhi, y Bermejo no fue capaz de enganchar la pelota en condiciones cuando lo tenía todo a favor en la frontal del área. El gol se veía venir, pero llegó de una forma inesperada. Bermejo, que dedicó toda la primera mitad a pelear y a tirarse a la piscina, sacó petróleo del marcaje de Iñigo Martínez y la deficiente actuación de Estrada Fernández. Primero le provocó una tarjeta amarilla tirándose sin motivo en el centro del campo para engañar al árbitro, y después exageró de una forma desmedida un contacto en el interior del área para que la Real tuviera que afrontar otro penalti en contra. Puede ser penalti, pero el propio Bermejo despierta dudas en la infracción por su forma de actuar. La duda crece por la decisión del árbitro de no mostrar la que habría sido segunda amarilla a Iñigo. Bravo adivinó que Nolito lo lanzaría a su izquierda, pero no pudo llegar al balón.
Empate en el minuto 37 y vuelta a empezar. De hecho, fue así, porque el Celta dio un pequeño paso atrás y la Real volvió a coger la iniciativa del partido. Vela tuvo una ocasión de volver a poner en ventaja al equipo txuri urdin de forma casi inmediata, pero su disparo se fue por encima del larguero, y a continuación una espléndida dejada de cabeza de Agirretxe la aprovechó Griezmann para ejecutar un buen giró y clavar el balón en la portería. La Real tenía de nuevo la ventaja en el marcador ya antes del descanso y Aurtenetxe se la dio nada más comenzar la segunda parte en el número de efectivos en el campo. Una alocada e incomprensible entrada sobre Vela le mandó al vestuario, probablemente en la única decisión en la que un fallón Estrada Fernández pareció tener bajo control el partido. Era el minuto 47. La Real, que ya había generado una primera ocasión tras el descanso en una buena jugada de Canales que Zurutuza mandó de forma indolente por encima del larguero, lo tenía absolutamente todo a favor. Y fue a partir de ahí donde se comenzó a perder el partido y donde se forjó la principal culpabilidad de Arrasate.
Se puede llegar a aceptar, aunque ya a regañadientes, su apuesta en el centro del campo y el empecinamiento en que Pardo no pueda formar parte de ella por ese pretendido equilibrio que es precisamente lo que la Real ha perdido en su defensa. Pero lo que no se puede aceptar es que Arrasate viva ajeno a la realidad, que es lo que le sucedió hoy. Era obvio que el Celta se iba a ir a por el empate, y que Luis Enrique iba a hacer cambios, uno doble introdujo en el minuto 61 para jugárselo todo a una carta. Aún así, el técnico del Celta dio a Arrasate casi un cuarto de hora de ventaja para poder analizar el momento del partido y actuar. Hay que insistir de nuevo en que Markel y Zurutuza siempre estuvieron lejos de controlar el centro del campo, incluso en los mejores momentos de la Real, por lo que la superioridad numérica era el momento ideal de reforzar esa zona y aniquilar las esperanzas del Celta. Arrasate, en cambio, optó por la misma fórmula de siempre, la que está agotada aunque de vez en cuando pueda salir bien. Mantuvo su centro del campo y apostó por la posibilidad de lograr el 1-3 al contragolpe con esa confianza ciega que siempre tiene en su once inicial, sin posibilidad de autocrítica o cambio.
Ahí entra en juego, eso sí, la responsabilidad de los futbolistas, porque la Real tuvo ocasiones de sobra para hacer ese tercer gol y acabar con el partido. Pero en casi todas las decisiones que se tomaron parecieron equivocadas, especialmente en un Griezmann que ahora mismo es el mejor termómetro del estado de ánimo futbolistico que tiene el equipo: bajo cero. Que vaya a cumplir un partido de sanción tras la tarjeta que vio en Balaídos es casi una buena noticia. En realidad, era imposible disociar esos dos aspectos del juego ya mencionados. Por un lado, el ataque realista parecía siempre equivocado, aunque generara las suficientes ocasiones de gol como para matar el partido. Por otro, el equipo pedía a gritos el cambio en el centro del campo que Jagoba no introducía. Y quizá la explicación haya que buscarla en su negativa a decir que el problema de la Real, o al menos uno de ellos, está en la faceta física. Quizá de ahí su empeño en confiar en sus onces iniciales más allá de lo que ahora mismo pueden dar. Pero con la duda, contra diez, con un claro agujero en el centro y con el marcador en ventaja, se antoja difícil de entender que el primer cambio llegara en el minuto 76 y porque Canales pareció pedirlo, exhausto de correr no ya por tres sino por cinco.
Ese primer cambio de la Real, la entrada de Pardo (¿es la tarjeta amarilla que vio por cortar una contra una muestra de frustración?), se produjo cuando el Celta ya había realizado sus tres sustituciones, lo que evidencia la actitud de uno y otro equipo ante el partido. Y es verdad que se podría haber hecho el 1-3 con lo que había en el campo, pero lograr los tres puntos no habría sido más que un parche al análisis. Lo cierto es que la Real nunca dio la sensación de tener un jugador más sobre el campo, y el dominio de la pelota fue en esos minutos del Celta aunque no tuviera ocasiones de gol demasiado claras. Pero alguna tenía que llegar y llegó en el minuto 82. El empate, ademas, llegó de la peor manera posible. Porque si hubiera sido una jugada individual, un error puntual o una jugada a balón parado, el análisis también se podría haber maquillado. Pero llegó en jugada, con varios toques y con Santi Mina disparando desde dentro del área sin marca alguna. Increíble que con la superioridad numérica no sea bastante con la línea defensiva y los tres centrocampistas para bloquear ese tipo de jugadas.
Por supuesto, con el empate llegaron las prisas y antes incluso de sacar de centro Seferovic estaba ya sobre el césped. También dio la impresión de que el cambio fue más obligado que decidido, porque en la jugada anterior al gol Agirretxe ya no había seguido la salida de balón del Celta. Seferovic, que sigue siendo intrascendente en sus ya escasos minutos, no tuvo en esos instantes finales más que una ocasión nada clara para disparar a portería. Eso fue el mejor síntoma de que la Real nunca estuviera cerca del empate. Lo que sí resulta curioso es que esa Real que, aún sin decirlo claramente, parece escudarse en el tema físico, lo prolongado de la temporada y la carga de partidos para justificar los malos resultados de las últimas semanas, con el 2-2 sí presionó arriba. Sí trató de ahogar al Celta. Incluso acabó el partido forzando un córner en el área rival. O sea que, en realidad, el físico sí puede darles, aunque sea para afrontar 45 minutos contra diez jugadores del equipo rival. Y ahí es donde Jagoba no tiene la culpa y hay que achacársela a los jugadores, por mucho que su técnico transmita o no confianza, entienda o no los partidos y haga o no los cambios antes del minuto 70.
Balaídos, eso sí, demuestra una vez más que Arrasate tiene que tomar otro rumbo. Eliminado Elustondo de la ecuación con la que la Real hizo el ridículo en Vigo dejando empatar por un rival con uno menos, las combinaciones para conseguir algo positivo se van acabando. Parece obvio que Canales es, con una diferencia abismal, el único jugador del centro del campo que está respondiendo como se espera de él. Hoy en el banquillo estaban Pardo y un Granero que no llegó a reaparecer, además del propio Elustondo, y en San Sebastián se quedó Ros. Las victorias tapan análisis, pero las derrotas (la de hoy lo es como poco en el plano moral) los magnifican, y el de hoy indica que Arrasate no ha querido o no ha sabido mover ficha. Habla muchas veces de que no está condicionado por lo que se publica o se dice, pero a veces parece estar atenazado en formas demasiado cercanas a lo que concierne al aficionado. La Real debió golear en Vigo y salió con un descorazonador empate. Y el técnico txuri urdin tenía que haberlo visto, antes de formar una alineación en la que varios jugadores daba la impresión de que no debían estar y durante el partido cuando todo se puso a favor y no actuó. Por eso Jagoba es culpable. Pero que el titular no esconda que hay más.
2 comentarios:
Pues muy mal. Parece que se empiezan muy bien los partidos, y luego no se remata la tarea. El rival se nos sube a las barbas y nos vamos a medias. Así, no.
Antonio, eso es. Lo complicado es que nos pongamos de acuerdo en las causas, la responsabilidad de jugadores y entrenador, pero lo que vemos está más que claro. Toca trabajar para arreglarlo, desde ya y sin esperar a la próxima temporada.
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