Vela dio los tres puntos con este gol de penalti. |
En Sevilla ni siquiera hubo unos cuantos minutos en el arranque en los que se viera a una Real incisiva y con ganas de llevarse el partido como sí se habían visto en los encuentros anteriores. En Vigo fueron veinte, ante el Espanyol llegaron a 45, pero contra el Betis, y con la alineación prevista, con Zurutuza en el centro junto a Markel y Canales y toda la dinamita arriba, nada de nada. Algún que otro chispazo, sí, pero la sensación de que el equipo estaba jugando en una primera o como mucho segunda marcha pesó muchísimo. Quizá fue el escenario lo que agarrotó a la Real, con un Betis ya descendido por la victoria del Getafe y un Benito Villamarín semivacío y entristecido, pero lo que está claro es que reinaba un ambiente más de pretemporada que de un partido de competición en el que el equipo txuri urdin se jugara la certificación de su clasificación para la Europa League y tres puntos que servían para acercarse al menos a uno de los dos rivales que le preceden a la tabla, Sevilla y Athletic, si no a los dos por su enfrentamiento de esta jornada en San Mamés.
Tan cierto como que el ritmo era terriblemente bajo es que la diferencia entre uno y otro equipo, futbolística y anímica, se veía con mucha facilidad. Cuando la Real conectaba dos pases seguidos o cuando cogían el balón fundamentalmente Vela y con algo de menos de frecuencia Canales, el Betis no sabía lo que hacer. O simplemente ya no tenía la fortaleza mental para hacerlo, sabedor de su triste situación. Tras unos minutos de insípido tanteo, la Real pudo marcar en una bonita jugada que Agirretxe culminó tocando el balón hacia el palo buscando un centro chut que devolviera la jugada al corazón del área. También si Ayza Gámez (¿qué hace este colegiado pitando todavía en la máxima categoría?) no hubiera anulado una jugada en la que pitó un inexistente fuera de juego a Canales, que estaba tan solo como para decidir si quería ser goleador o asistente. Pudo marcar Griezmann a la salida de uno de los muchos córners que botó la Real, pero pifió el disparo. Y Vela conectó un precioso zapatazo que se marchó fuera por muy poco.
Todo eso, sin necesidad de acercarse siquiera a un fútbol brillante, lo generó la Real en los primeros veinte minutos del partido. A partir de ahí y antes del descanso, sólo cabe destacar una jugada de Vela por la banda izquierda que estuvo muy cerca de acabar en penalti y que se saldó con un córner que se botó sin consecuencias. Si la Real no pasó apuros fue por dos razones. Por un lado, la absoluta ineficacia de un Betis rendido a la evidencia de su descenso, que no fue capaz de probar a Bravo ni una sola vez. En los primeros 45 minutos apenas conectó dos cabezazos con mínimo peligro, ambos de Braian Rodríguez y ambos lo suficientemente alejados de la portería del chileno como para que el 1-0 fuera imposible. Por otro lado, la seriedad defensiva de la Real, sustentada en Markel (que una vez más sobresale por encima de bastantes compañeros cuando peor juega el equipo txuri urdin) y en la línea de cuatro. Pesa más la primera de las dos razones, pero Zaldua estuvo muy bien, De la Bella cumplió y tanto Iñigo como Mikel hoy sí acertaron cuando tuvieron que cortar los avances rivales.
Casi sin tiempo para pensar en cómo afrontar una segunda parte en tan insulso escenario, la Real se adelantó en el marcador. Lo hizo subiendo el ritmo, en una de esas jugadas con chispa que tanto se echan de manos (o, al menos, que se den con una mayor frecuencia), una en la que participó Agirretxe peleando la pelota, Canales asistiendo a Vela y el mexicano, una vez más decisivo, forzando el penalti en el cruce de Juan Carlos. Ayza Gámez, en esto probablemente también contagiado por el ambiente aunque en el fútbol profesional no tendría que haber hueco para estas cosas en la actuación arbitral, decidió perdonar el bético la segunda tarjeta amarilla para no hacer aún más severo el castigo. Vela, en cualquier caso, no falló desde los once metros y convirtió su decimotercer gol de la temporada engañando por completo a Adán. A partir de ahí, la estrategia de la Real fue la misma de los anteriores partidos en los que se adelantó en el marcador fuera de casa, buscar una contra que sentenciara el partido. Y como en esas ocasiones, como sucedió en Almería o Vigo, ese segundo gol no llegó, aunque hubo ocasiones para hacerlo.
Tras el 0-1, un espléndido contragolpe lanzado por Bravo (en una jugada que repitió insistentemente, hoy más que nunca), en el que Canales y Vela volvieron a conectar y a Agirretxe le faltó un pelo para conectar un remate. Lo impidió la defensa bética aunque Ayza Gámez, otra vez condescendiente con el Betis, diera saque de puerta. También tuvo el gol Griezmann, que a expensas de recuperar siquiera una mínima parte de la chispa que le llevó a ser el máximo goleador del equipo y disfrutar por primera vez de la selección francesa, estrelló un balón en el palo tras rebotar en un defensa. Aun jugando bastante mal y manteniendo un ritmo impropio, lo cierto es que el único equipo que estuvo cerca del gol con frecuencia fue la Real. Ayza, otra vez, se inventó una falta de Markel en una jugada en la que Vela encaraba a Adán, un disparo de Canales se marchó fuera y un tiro lejano de Iñigo Martínez lo tuvo que sacar a córner el portero bético. Y hasta Markel se pasó de osadía disparando, muy mal, desde el centro del campo. Todo esto, antes de la media hora de la segunda mitad y con Seferovic ya sobre el campo, al que ingresó sustituyendo a Agirretxe.
Perdonar tanto a un rival destrozado supone que el partido queda al arbitrio de cualquier jugada. Y el Betis, por muy descendido que esté, no llegó a estar nunca tan fuera del partido como para no intentar el empate, aunque fuera por simple orgullo. Arrasate colocó en el césped a Elustondo por Canales, nuevamente agotado por cubrir más terreno que cualquier otro centrocampista del equipo, pero el equipo no consiguió lo que se supone que da esa opción, equilibrio y control. Primero fue Iñigo Martínez quien evitó un disparo de Rubén Castro lanzándose al suelo con enorme fuerza. Y después fue Bravo, quien coronó una segurísima actuación en los muchos balones que colgó el Betis desde las alas respondiendo con una espléndida parada a un disparo nuevamente de Rubén Castro desde el pico derecho del área pequeña, libre de marca y en el único error claro de la zaga realista durante todo el partido. Aunque con el descuento faltaba un cuarto de hora tras esa jugada, apenas sucedió nada en ese tiempo que restaba, más allá de una falta que Ayza Gámez regaló al Betis ya en el descuento y que Bravo despejó de puños.
Si la misión era lograr los tres puntos, es bastante evidente que la Real ha cumplido. Pero es tan inevitable la sensación de que cualquier otro equipo, jugándose algo, habría tenido opciones mucho más claras para igualar e incluso voltear el partido. A la Real le sigue faltando la intensidad que permita que los partidos se decidan por su calidad, y este es un mal que se da desde hace demasiadas jornadas, desde que se derrotó en Anoeta al Barcelona. Puede que sea el cansancio acumulado, una mala preparación, un bajo estado de forma o que el técnico no sabe cómo levantar el ánimo del equipo. Da igual. Lo que es evidente es que no se está poniendo freno a esta tendencia y quedan ya sólo tres partidos de Liga en los que, aún con todos los puntos que se han escapado en este tramo de la competición, se puedo optar incluso a la cuarta plaza. Con este ritmo de juego es difícil asaltar San Mamés, algo que sería necesario, pero hay que recordar que la Real ya tiene garantizados Europa y la séptima plaza, ocupa la sexta con ventaja y puede llegar a ser cuarta. Cosas más raras se han visto. Pero con este ritmo, ni la cuarta ni la quinta plaza están en realidad al alcance.
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