Resulta difícil entender la
dinámica en la que se ha metido la Real en cuestión de entrenadores porque
ninguno parece ser capaz de responder al reto de dirigir a este equipo. Desde
el ascenso, todos, de una u otra manera, han tenido sus éxitos, por puntuales que fueran. Todos parecieron en un momento dado el adecuado para llevar a la Real a buen puerto. Pero ninguno ha
convencido de tal manera que se le perciba como el conductor ideal para el
futuro del club. Martín Lasarte, Philippe Montanier, Jagoba Arrasate, David
Moyes y ahora Eusebio Sacristán. Todos han tenido sus momentos de gloria, sus
partidos o tramos de las temporadas en los que han puesto sobre la mesa una
capacidad técnica y unos logros deportivos notables. Pero la Real sigue sin dar
el salto de calidad que se le presupone por plantilla. Quizá, de entre todos
ellos, el fracaso de David Moyes sea el más notable, porque en sus manos tuvo
el grupo de jugadores más caro de la historia del club y un calendario
asequible, pero sin embargo naufragó hasta llegar a su despido en el mismo
punto en el que el propio escocés cogió las riendas del equipo de manos de
Arrasate un año antes.
Sorprende que Moyes fuera
incapaz de enderezar el rumbo del equipo con una pretemporada de por medio,
sobre todo porque la sensación que se dio es que el escocés era el entrenador en esta etapa en Primera que más poder tuvo a la hora de manejar el
proyecto en toda su dimensión. Lasarte, Montanier y Arrasate no tuvieron tantas cotas de poder. Y quizá por ello siempre se notaron discrepancias con la dirección deportiva. Puede que ahí estuviera la clave de las carencias en la confección de la plantilla, que al final también pesó en el devenir del técnico, pero no
se puede negar que mimbres tenía Moyes para, al menos, transmitir
alguna idea de juego, cosa que no llegó a hacer en ningún momento. Porque el problema de la Real era justo eso, que no sabía
a qué jugaba. Si Moyes lo sabía, desde luego nunca pareció que los futbolistas
sí tuvieran ese conocimiento. No se puede obviar la responsabilidad de los
propios jugadores, que transmitieron sensaciones muy parecidas con Arrasate,
pero de Moyes, un técnico con una larga trayectoria en la Premier y con un paso
incluso por un banquillo con tanto calibre como el del Manchester United no
puede dejar tan poca influencia y tan poco valentía en un equipo que aspira a
crecer y que, de hecho, hizo con él una importante inversión para lograr ese
objetivo.
El caso es que Moyes no supo
sacar fútbol de su plantilla y, de esa manera, los resultados tampoco llegaron. La Real tiró a la basura un
comienzo de temporada asequible sin que el técnico escocés fuera capaz de encontrar soluciones. Incluso se mostraba
particularmente satisfecho del rendimiento del equipo cuando sus resultados
eran bastante pobres, cuando las victorias no llegaban (incluso dejó la Real sin haber conseguido un sólo triunfo en Anoeta) y su destitución parecía un hecho inevitable cuando se
habían cumplido apenas los dos primeros meses del campeonato. Jokin Aperribay,
que siempre se ha mostrado reacio a despedir entrenadores, no lo había hecho
hasta un año antes con el propio Arrasate, se vio obligado a repetir el
movimiento prácticamente en el mismo punto del campeonato. La Real de Moyes
cerró su corta trayectoria sin patrón de juego, sin recuperar a sus mejores
futbolistas de un mal momento, con una mala decisión de prioridades en las
alineaciones (la suplencia de Agirretxe en los tres primeros partidos es el
mejor ejemplo de esto) y sin una apuesta decidida por la cantera. Salvo la primera aparición de Oyarzabal, y la apuesta por Agirretxe una vez visto que superaba a Jonathas en todo, Moyes no dejó gran legado en las jornadas que dirigió al equipo.
Para relevar a Moyes, el
Consejo eligió a Eusebio Sacristán. Y su mismo nombramiento fue un cambio de
dirección también bastante complejo. De un técnico con experiencia en Champions
se pasó a un debutante en Primera División. De un representante de la vieja
escuela británica, a un defensor del fútbol de toque. De un sargento, a un
técnico mucho más afable. Y de uno del que los futbolistas recelaban, a uno con
el que parecieron conectar enseguida, y así lo manifestaron varios integrantes
del vestuario en sus declaraciones públicas. Pero lo que importa es lo que se
ve en el césped, y ahí el cambio sí pareció notarse, sobre todo al principio. La Real de Eusebio no
empezó con malos resultados, como tampoco lo hizo la de Moyes, y el juego
sufrió una transformación. El equipo txuri urdin pasó a dominar la posesión del
balón. Tenía serias dificultades para crear ocasiones de gol, un problema
heredado y que no se agravó por la sensacional racha goleadora de Agirretxe,
pero buscaba generar fútbol, quería la pelota y que sus jugadores de más
calidad fueran los protagonistas. Pero la sorpresa vino por donde pocos la
esperaban, y es que la Real también empezó a defender mejor. Eso, y la buena puesta en
escena del equipo en el Santiago Bernabéu, invitó a pensar que esta vez el club
sí había acertado de pleno con su entrenador.
Pero ahí nació un nuevo
problema. La Real comenzó a ser un equipo terriblemente irregular, motivado y
desmotivado sin razón aparente en rachas largas. Con Eusebio se han encadenado
hasta tres rachas de al menos cuatro partidos sin conocer la victoria, pero
también una de cuatro triunfos consecutivos. Se ha visto a una Real capaz de
triunfar en estadios tan complicados como el Sánchez Pizjuán, San Mamés o Mestalla, y
haciéndolo además con partidos marcados por un carácter que la propia Real
suele negarse a sí misma. Incluso se venció al campeón, al Barcelona, haciendo
de Anoeta su estadio más temido con diferencia, pero también se ofrecieron partidos lamentables como la
triste derrota en San Sebastián ante el Getafe, equipo que finalmente descendió, o la sonrojante goleada encajada
en El Molinón ante el Sporting, conjunto que como el azulón se jugó la
permanencia en la última jornada de Liga. La conclusión en este sentido es que
Eusebio sabe convencer a sus jugadores en las grandes citas, pero por el
momento no para afrontar un torneo que premie la regularidad. La irregularidad del equipo parece ser la misma que ha mostrado el entrenador.
En este sentido, Eusebio tuvo arranques de
entrenador bastante inexplicables, como la forma en la que despreció la Copa
del Rey, considerándola poco más o menos que su pretemporada particular para
ver a los jugadores que no tenían hasta ese momento la confianza de estar en el once tipo de la
Liga, o la forma en la que gestionó las semanas de tres partidos, con el pobre
pico que supuso su incomprensible once del Vicente Calderón. Pero no le tembló la
mano para probar jugadores en puestos extraños, con aciertos puntuales como el
de Reyes en el centro del campo y fracasos lamentables como la ubicación de De
la Bella como central ante el Atlético de Madrid. Y aunque en algunos casos
tuvo demasiados reparos en apostar por la cantera, siendo difícil de entender
por qué tardó tanto en dar minutos a Bautista teniendo a Agirretxe lesionado y
a Jonathas en sequía absoluta de goles y fútbol, no tuvo problema en acabar
dando galones tanto a Elustondo en defensa, incluso como central, y a Oyarzabal
en el ataque, lo cual, en un equipo como la Real, merece la pena ser destacado.
David Moyes fue un fracaso.
No es malo reconocerlo. Y Eusebio Sacristán es todavía una incógnita. Tampoco es un problema decirlo. El caso es que si el técnico txuri urdin sabe
jugar sus cartas, puede ser un líder interesante para el futuro de la Real,
pero tiene que acreditar una capacidad de aprender de sus propios errores que
todavía no ha mostrado. La Real es un club que tiene que aspirar a mucho más de
lo que ha hecho esta temporada. No se le exige Europa, pero sí luchar por ella.
Es lo mínimo, y más viendo la notable inversión económica hecha para confeccionar la plantilla. La Real, incluso con el pobre bagaje de puntos que le dejó
Moyes, estuvo en dos ocasiones en condiciones de meterse en la pelea, después
de ganar 0-1 al Athletic y tras superar al Barcelona en Anoeta, y Eusebio no
consiguió mentalizar al equipo de que esa era su lucha en ninguna de esas dos
ocasiones. Eso, sumado al pobre fútbol de algunos partidos, despierta las dudas
legítimas sobre el técnico. Pero se han visto cosas buenas que ayudan a pensar
que, con una gestión adecuada de la renovación de la plantilla y una
pretemporada acertada, se puede volver a colocar a la Real donde se merece.
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