González González y su malicioso arbitraje en el Bernabéu. |
El problema con la Real está en la base. Más allá de las decisiones puntuales, que algunas de ellas ya son importantes, está en la forma en la que los colegiados miden al equipo txuri urdin. Es ya toda una costumbre que el realista sea uno de los equipos que menos penaltis disfruta a favor. Fueron tres en la temporada 2014-2015 o dos en la 2013-2014, pero es que en la Liga 2015-2016 sólo hubo un penalti para la Real, y tardó nada menos que veinte jornadas en llegar. Y para colmo, fue un penalti nada claro, un levísimo empujón a Xabi Prieto que transformó el capitán, el auténtico especialista desde los once metros no ya de la Real sino de toda la Liga. Pero ocasiones hubo de sobra para permitir a un jugador de la Real colocarse en los once metros, como en las penas máximas que sufrió Jonathas en Anoeta ante el Atlético de Madrid, en el Santiago Bernabéu o en Vallecas, por no hablar del que se cometió Oyarzabal en Vigo o, sobre todo, el descomunal atropello que sufrió Vela en Ipurúa en los minutos de descuento.
Pero, claro, la Real es un equipo fácil para los árbitros. Fácil en Anoeta, donde las pistas de atletismo han enterrado la presión que proporcionaba Atotxa, pero fácil también lejos de allí, porque el equipo no tiene la agresividad que sí tienen otros conjuntos para rodear y presionar a los colegiados. En dos partidos de toda la temporada la Real sí reaccionó con indignación, en Anoeta ante el Atlético de Madrid y en Ipurúa, y la factura fue inmensa. En el primero de los encuentros, Iglesias Villanueva expulsó a Reyes y Jonathas, además de amonestar a Pardo y a Rulli, y en el segundo, Melero López desenfundó sus amarillas en tres ocasiones, de nuevo a Rulli incluso con el partido ya finalizado. La Real es la demostración de que otros equipos que sí condicionan, presionan y, por qué no decirlo, amedrentan a los árbitros, tienen una bula que para el txuri urdin es auténtica ciencia ficción. Y sí, todos sabemos de qué equipos estamos hablando.
Por eso, el respeto que los colegiados sienten por la Real se antoja mínimo. Hasta el habitualmente estoico Jokin Aperribay tuvo que rendirse a la evidencia después de la maliciosa actuación de González González en el Santiago Bernabéu, con diferencia el partido más perjudicial para la Real en toda la temporada desde el punto de vista arbitral. El presidente realista, en el descanso de dicho encuentro, bajó al vestuario del árbitro increpándole por el "robo" que estaba sufriendo el equipo, con dos penaltis inexistentes pitados en contra, al menos uno clarísimo a favor que no sancionó y la decisión de dejar seguir el juego cuando Canales estaba en el suelo con la rodilla destrozada, en una jugada que devino precisamente en uno de los dos penaltis a favor del Real Madrid. Casi nada. Y aún así, González González volvió a arbitrar a la Real esta temporada, en el 3-0 en Anoeta ante el Granada, en un partido en el que únicamente quedó claro lo mal árbitro que es, sin afectar afortuadamente al resultado. Esa designación sólo se puede entender desde la falta de respeto hacia la Real, porque era algo innecesario y provocador.
La salvaje entrada a Capilla que se quedó sin sanción. |
Se podrán analizar las jugadas a favor y en contra que ha tenido la Real para concluir en esas clasificaciones ficticias que se quedan en la superficie y no analizan las actuaciones arbitrales de verdad. Pero es que no se trata de acertar. Se trata de juzgar. ¿Cómo se evalúa el clarísimo penalti que sufrió Elustondo en El Molinón con 1-1 en el marcador cuando el partido acabó 5-1? ¿O el piscinazo de Griezmann, tiene bemoles que precisamente fuera Griezmann, en el Vicente Calderón para certificar el 3-0 con el que el Atlético derrotó a la Real? Pero el error está ahí. Sí, por supuesto, tienen más trascendencia la pena máxima en Eibar que hubiera supuesto el empate, la de Vallecas que hubiera dado dos puntos más a la Real o, por mencionar también algunas decisiones que han favorecido a la Real, el penalti por mano de Illarramendi en el derbi ante el Athletic en Anoeta o el gol en fuera de juego con el que Agirretxe impidió la victoria del Málaga en el estadio realista. Pero la conclusión seguirá siendo la misma: los árbitros son un enorme problema en el fútbol actual, y en particular también para la Real, un equipo que no sabe cómo jugar con este aspecto del juego. Si seguimos sin verlo, el desprestigio de los árbitros seguirá en aumento y la situación para la Real empeorará. Ni más ni menos.
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