Aperribay y Loren, en la presentación de Bruma. |
A la Real, en ese sentido, le falta autocrítica. Da la impresión de que todo vale. De que no pasa nada por no cubrir las expectativas despertadas. Y de que a la Real le falta un mando contundente que corte de raíz el conformismo que de vez en cuando se instala en el entorno. ¿Un ejemplo? Parece absurdo que el Director Deportivo quiera luchar por Europa y el fichaje estrella de esta temporada, Illarramendi, emblema además de la cantera realista, diga después de una buena racha del equipo que les ha perjudicado que se vuelva a hablar de Europa. ¿Otro? La forma en la que el propio presidente de la entidad quedó desautorizado cuando hablaba del compromiso de Vela con el club, después de una temporada lamentable, cuando el mexicano decidió abandonar el estadio en mitad del encuentro ante el Rayo Vallecano después de ser sustituido en el descanso. Pero eso es sólo un síntoma de muchas decisiones que han resultado sorprendentes o que, sencillamente, han salido mal.
No se puede negar que el Consejo, y con él la Dirección Deportiva, han hecho algunas cosas bien. A pesar del desánimo general y de la lícita desilusión que se ha venido generando, no se pueden obviar hechos como que el equipo ha estado dos veces en Europa tras el ascenso, que se han logrado renovaciones importantes (la última, la de Iñigo Martínez), que han llegado jugadores de nivel que sí han dado resultado (el propio Vela o Rulli) y que se ha frenado la sangría de jugadores que han cruzado la A-8 en dirección a Bilbao. Por algo será. Por supuesto, habrá quien crea que eso se debe a que los jugadores viven en la Real en un escenario de comodidad derivado de esa ausencia de autocrítica y de consecuencias cuando no se está en el lugar que corresponde. Perfectamente lícito. Y quién sabe si con más razón que quienes atienden sólo al hecho concreto. Pero la Real tiene una base más que interesante, aunque tenga unos agujeros que tapar.
Y es que hay gestiones del club, en concreto de su Dirección Deportiva que resultan difíciles de entender, sobre todo porque en la Real no suelen darse demasiadas explicaciones ni tampoco se suelen asumir muchas responsabilidades, y quizá ahí tendría que empezar el cambio. Por ejemplo, no es fácil asimilar que la Real haya gastado casi veinte millones de euros en el fichaje de tres delanteros centro que han fracasado, Seferovic, Fiunnbogason y Jonathas, y a ver si el tercero logra vestir la camiseta realista en una segunda temporada, cuando en casa tenían a un Agirretxe siempre tapado de inicio y siempre con mejores cifras goleadoras. Tampoco que la Real lleve tantos años sin conseguir que un portero de cantera destaque, incluso frenando trayectorias de guardametas de los que venimos oyendo hablar durante años y que ni siquiera llegan a tener una oportunidad en el primer equipo. O incluso con la gestión del talento que llega desde el Sanse y el juvenil, equipos que llevan tiempo dando un resultado espléndido mientras luchan contra gigantes económicos y con redes de ojeadores de carácter mundial.
Sobra decir que es la cantera lo que más felicidad ha dado en este decepcionante curso. Pero es interesante ver que los chavales que más protagonismo han tenido han sido, precisamente, los que no recibieron dorsal del primer equipo, decisión que, en teoría, toman al alimón entre el técnico y el director deportivo. En el caso de Oyarzabal o Bautista es algo razonable, por supuesto, porque son irrupciones que llegan cuando llegan. Pero Elustondo bien podría haber subido al primer equipo tras haber debutado ya con Moyes en la 2014-2015, y no lo hizo. Se dio dorsal de la primera plantilla, en cambio, a jugadores con los que no se contaba. El caso más evidente es el de Oyarzun, pero también se puede citar a Héctor, dos futbolistas que han sido un relleno innecesario. ¿Subieron sólo porque no se les pudo colocar en verano como a Hervías o por presumir de cantera con cifras infladas? Gaztañaga o Ros son nombres que completan lo que ya es una peligrosa tendencia. Si Zubieta se convierte en una cuota, malo. Zubieta tiene que nutrir a la Real, pero con jugadores que sean válidos. Si no lo son, o la Dirección Deportiva no los ve así, puerta. Porque sólo con esa base fiable de cantera se puede lograr que el equipo crezca con fichajes de calidad.
La Real, obviamente, se propone ser un equipo con base de cantera, y sobre ella Aperribay quiere construir una Real grande. Sus planes sobre Anoeta, que empiezan a eternizarse peligrosamente, son un claro ejemplo. El presidente tiene toda la razón al hablar de la necesidad de un nuevo campo. Y no sólo desde un punto de vista empresarial y económico, sino también deportivo. No hay que más que ver los puntos que Anoeta no gana y que Atotxa sí le daba a la Real. La comodidad de las pistas de atletismo para árbitros y rivales se siente. Y el salto exponencial que dio la Real en su número de socios con el paso a Anoeta, podría repetirse con esta obra. Pero esta temporada da la impresión de que el club ha estado muy centrado en lo económico, en lo institucional, y se ha olvidado en buena medida de lo social, de cuidar al socio, y sobre todo de lo deportivo. Ha habido satisfacción en cómo se ha preparado la temporada durante el verano, y no se ha velado por que ese trabajo previo desembocara en el resultado adecuado durante el curso. Quizá esto sea más responsabilidad de Loren que de Aperribay, pero estos siempre han defendido un trabajo conjunto y por tanto ambos tienen su cuota de responsabilidad.
Por supuesto, la Real tiene que velar por lo bueno que tiene. Necesita una transparencia que dé confianza a sus aficionados. Culebrones como el de Rulli del verano pasado (¿se repetirá este?), el de Vela durante toda la temporada o la ausencia de información sobre lesionados, caso de Raúl Navas o Agirretxe, merman muchísimo la confianza de los realistas en el club y restan trascendencia a los aciertos. La Real no comunica bien lo que quiere, lo que está haciendo y lo que necesita. Sí, con Anoeta sí. Con el nuevo campo no hay mensajes equívocos, sólo un resultado pospuesto eternamente que hace poner en duda los mensajes. Y durante la preparación de la plantilla, tampoco hay dudas. Pero a partir de ahí, las hay y son de calado. ¿Aspira la Real a Europa? Si la respuesta es afirmativa, mensajes claros. Nada de autocomplacencia. Nada de mensajes absurdos como la entrega del brazalete de capitán a Vela tras su juerga madrileña, y sí apuestas firmes, como sería dárselo de una vez al verdadero capitán del equipo, Iñigo Martínez. Si se le ha hecho un contrato con el que él se siente valorado y ha renovado porque ve ambición en el club, que se note ya a todos los niveles. Porque ahí es donde Loren y Aperribay pueden hacer que la Real crezca.
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