Si atendemos al carácter de debutante de Arrasate, no hay muchos entrenadores de la Real que hayan conseguido llevar al equipo a competiciones europeas en su primer intento. Lo hicieron José Antonio Irulegi, Alberto Ormaetxea y Bernd Krauss, aunque sólo el primero lo había conseguido con el equipo disputando ya competiciones continentales al mismo tiempo de la Liga, como era el caso de esta temporada. Mejores debuts en el banquillo de la Real en la competición de Liga sólo los han tenido, por orden de menor a mayor antigüedad, Raynald Denoueix (segundo en la 2002-2003), los mencionados Krauss (tercero en la 1997-1998) y Ormaetxea (cuarto en la 1978-1979), y Harry Lowe (tercero, en la 1930-1931). Y no se puede olvidar tampoco que su Real ha llegado a las semifinales de la Copa del Rey, algo que no conseguía la Real desde la temporada 1987-1988 y que rompe un cuarto de siglo de sinsabores continuos en el torneo del KO. Pudo ser incluso mejor, pero la actuación arbitral atropelló las opciones de la Real de ser finalista. Y como técnico de un equipo de cantera, no hay que olvidar que hizo debutar a cuatro jugadores del Sanse.
Fríos datos al margen, lo cierto es que Arrasate no ha terminado de convencer en dos aspectos fundamentales en el fútbol moderno. El primero, el psicológico. Philippe Montaneir tampoco era un motivador de primer orden (el último que ha tenido la Real fue Martín Lasarte), pero Arrasate no ha sido capaz de convencer a su equipo de los retos que tenía en el tramo final de la temporada, como tampoco de que jugar la Champions era algo más que disfrutar de la máxima competición continental. El segundo, la preparación física. En esto él no es el principal responsable, pero forma parte de su cometido como técnico saber de las flaquezas de su plantilla. Y en ese sentido es obvio que la temporada ha ido de más a menos. Como el propio técnico, que acalló las dudas iniciales con la brillante clasificación en la previa de la Champions ante el Olympique de Lyon y solventó la primera mala racha de resultados con otra brillante que incluso le hizo merecedor al premio que otorga la LFP al mejor entrenador en el mes de diciembre. Eso y partidos como el que vivió Anoeta ante el Barcelona en Liga hablan muy bien de Arrasate como entrenador.
Lo preocupante es la irregularidad mostrada y que no ha terminado de dar una imagen de firmeza en sus acciones. No en todas, al menos. Porque no le tembló la mano para sentar nada menos que al capitán, a Xabi Prieto, cuando Canales evidenció un estado de forma muy superior, o a Carlos Martínez cuando Zaldua le adelantó claramente en rendimiento, incluso para las polémicas titularidades que dio a Zubikarai. Acertadas o equivocadas, fueron decisiones valientes que supo defender. Pero otras, como la insistencia en Elustondo cuando cada actuación empeoraba la anterior (y aunque es sintomático que en la última convocatoria se quedara fuera) o en un Zurutuza fuera de forma, así como el apartar a Pardo de los partidos importantes por sistema, fueron más difíciles de entender. También se atisba falta de firmeza, o muchas dudas, en los cambios tardíos (que en algunas ocasiones incluso no llegó a agotar), y que no supiera encontrar soluciones a los grandes problemas del tramo final de la temporada, el progresivo declive del equipo en la imagen y en la clasificación y el enorme número de goles encajados.
Ahí, en ese último dato, ha estado el gran problema de la primera campaña de Arrasate. Muchas de sus decisiones más discutidas o los sacrificios más debatidos con respecto a la temporada pasada (aunque hay que asumir que la marcha de Illarramendi impedía jugar de la misma forma en más de un sentido) se adoptaron por el pretendido equilibrio del equipo. Y ese equilibrio no llegó más que en contadas ocasiones. El talento del equipo en ataque ha hecho que el número de goles anotado sea notable aunque algo por debajo del excepcional registro de la pasada campaña (tanto que en los dos primeros tercios de la Liga estuvo parejo), pero el de tantos encajados ha crecido. La Real recibió 55 goles en Liga, ocho más que la Real que descendió en 2007, y muchas goleadas que han minimizado que en once partidos Bravo dejó su portería a cero. Y es aún más llamativo este dato cuando el propio técnico ya ha dicho que no ve prioritario reforzar la defensa. Tampoco se puede olvidar que no han jugado en su favor las lesiones, que han afectado a toda la línea defensiva salvo a Iñigo Martínez. El central, de hecho, ha sido uno de los cinco intocables de Arrasate, junto a Bravo, Markel, Griezmann y Vela.
Desde el principio el técnico realista dejó claro que su sistema de juego predilecto era el 4-3-3, el que Montanier no puedo hacer funcionar. La principal variación que ha aplicado en el dibujo sin romperla es la colocación de los tres centrocampistas (su mayor rompecabezas durante la temporada por los nombres que han ido rellenando cada puesto), y eso le ha llevado en alguna ocasión a cambiar a un 4-2-3-1, el esquema con el que por fin su predecesor en el cargo, tras año y medio en el banquillo, supo sacar el juego que tenía el equipo. Y no ha dudado en apostar por un refuerzo más contundente del centro del campo, sobre todo en partidos ante los equipos más grandes de la Liga, dejando únicamente dos atacantes, que normalmente fueron Griezmann y Vela. Es decir, una clara apuesta por otorgar la posesión del balón al rival y buscar el contragolpe. Su gran triunfo táctico fue el partido de Liga en Anoeta contra el Barcelona, cuando mostró una superioridad absoluta sobre el finalmente subcampeón de Liga, mayor que la que enseñó en las tres temporadas anteriores, en las que el equipo blaugrana tampoco consiguió ganar en el estadio donostiarra.
Pero a partir de ese partido, coincidiendo con el declive físico de la Real, se ha ido produciendo un cambio razonado en la opinión generalizada sobre Arrasate. De más a menos. Hasta entonces, poco se le podía discutir. Detalles y nombres sí, porque es imposible que ningún entrenador contente a toda una afición siempre, pero supo ir sacando un rendimiento más que aceptable de su equipo, asumiendo que el juego nunca fue tan brillante como en los mejores momentos de la pasada temporada o con el muy mal resultado en la Champions League. Pero la Real estaba arriba, luchaba por Europa (que es el lugar al que, por plantilla y los condicionantes de la Liga, sí debe aspirar siempre esta Real), goleaba con facilidad y convirtió Anoeta en un fortín, del que sólo dejó escapar cuatro victorias en todo el curso, sólo una de ellas en la primera vuelta. No obstante, a partir del choque contra el Barça, el día que le reivindicó con más fuerza como técnico de primer nivel (tampoco se puede obviar que, a pesar del carácter poco batallador que se le achaca, fue una consecuencia emocional de aquella ya famosa rebelión ante el poderoso, aquel "tenemos escudo" que espetó ante las burlas del Barcelona por la eliminación copera), todo ha ido cuesta abajo.
Teniendo en cuenta todo y con los defectos que se le han visto, Arrasate no ha demostrado ser peor entrenador que Montanier. O que cualquier que haya aterrizado en la Real desde fuera durante los últimos años, ya que ninguno ha generado unanimidad, ni siquiera Martín Lasarte en el año del ascenso o Denoueix pasada la euforia de una temporada que casi acaba en el tercer título de Liga. Obviamente, en el fútbol profesional lo de no tener experiencia no sirve de mucho para explicar el rendimiento en una temporada y tampoco se puede obviar que sus estrellas, Vela y Griezmann, han sostenido al equipo con sus actuaciones individuales en más de una jornada. Pero es también evidente que, con las salvedades que se quiera, Arrasate ha mantenido a la Real en la élite, que ha tenido que afrontar una de las temporadas con más partidos de la historia del equipo y que aún así ha logrado la clasificación europea. Puede saber a poco, y hay razones evidentes para pensar que el equipo tendría que haber repetido la cuarta plaza o al menos batallarla más. En todo caso, la renovación no parece injusta, pero hay puntos muy obvios que Arrasate debe mejorar. Tantas luces y sombras como en la valoración general de la Real.
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