Anoeta vivió la celebración del rival. |
No se puede reprochar nada al once de Arrasate. Lo mejor estaba en el campo. Pero el técnico no encontró la respuesta que debían dar sus hombres. En las finales, sobre todo en las primeras mitades, el papel del entrenador suele estar centrado en la táctica y en la motivación. Y es obvio que los jugadores no hicieron mucho caso de ninguna de las dos arengas que pudiera lanzar el preparador txuri urdin en cada uno de esos dos apartados del juego. Cada cual buscará los responsables que quiera, pero si la Real tiene buenos jugadores es en partidos como los de hoy donde tienen que verse. Y no se vieron porque prácticamente ninguno rindió al nivel que realmente tiene, ni siquiera, y es lo mínimo, demostrando la actitud necesaria para competir. ¿Cansancio? No vale esa razonamiento en el minuto diez de un partido en el que precisamente está en juego acumular menos partidos y por tanto menos carga física para la próxima temporada. La sorpresa fue aún mayor teniendo en cuenta la piña que hicieron los jugadores antes de comenzar el partido. Parecía que le daban al encuentro esa categoría de final que se ha esquivado en las últimas semanas, pero lo visto en el choque indicó lo contrario.
Sin llegar a probar a Juan Carlos, guardameta suplente del Villarreal, la Real sólo dispuso de dos ocasiones de gol en la primera mitad. Tres si se quiere contar un centro de Griezmann que Musacchio le arrebató a Agirretexe antes de que pudiera conectar el disparo. Pero cerca del gol sí se estuvo en una magnífica galopada de Vela, al que también se adelantó la defensa del Villarreal tras una magnífica pared con Canales, de largo el jugador más entonado de la Real en el encuentro. Y la más clara la tuvo Markel ya al filo del descanso, entrando desde atrás para buscar un rechace dentro del área y conectando un disparo que se machó fuera. Y hasta ahí llegó la Real en el primer acto, mostrando una apatía inconcebible en una final. Su centro del campo estuvo lejísimos de carburar y fue clave en el devenir del partido. Markel sigue siendo un jugador demasiado fácil de superar en las primeras mitades, al que se ve casi siempre corriendo detrás de un contrario en lugar de frenar su carrera como el stopper que tiene que ser y Pardo probablemente protagonizó el peor partido de la temporada, fallón en defensa y en ataque. Por eso Canales destacó aún más, porque robó más balones que nadie y porque todo el juego ofensivo pasó por sus botas.
Pero como no había demasiada ayuda de los atacantes, ni en ocasiones voluntad de ofrecerla (en esto destaca un apagadísimo y desconocido Griezmann), el Villarreal defendió con cierta comodidad y atacó de la misma manera. Poco, porque en realidad sorprendió que el equipo castellonense, al que no le valía el empate, no aprovechara de una forma más clara la indolencia realista. Aún así, con el paso de los minutos se fue evidenciando cada vez más esa comodidad que le permitía el centro del campo de la Real y fue llegando a la portería de Bravo con cierto peligro. Tampoco fue una sorpresa la forma en la que llegó el gol, con un disparo de Giovanni muy parecido a esos que Vela suele probar con frecuencia, porque minutos antes de poner el 0-1 había probado un tiro muy parecido que detuvo Bravo. Lo que sí sorprendió fue la forma en la que se quedó solo, tras un saque de banda en campo propio, con un error de Iñigo Martínez saliendo casi hasta el centro del campo para cubrir su recepción de balón y con un Markel Bergara que no sólo no cubrió sus espaldas sino que además acaba entorpeciendo su carrera hacia atrás. El gol retrató a la Real.
Quedaban veinte minutos para el descanso y salvo la mencionada ocasión de Markel ya en el descuento no hubo noticias ni del equipo ni de sus estrellas. Anoeta dedicó pitos a los suyos y ni aún así reaccionaron. Sólo Canales con alguna buena carrera que un mal Velasco Carballo no sancionó con una clara falta o las protestas por las indecentes pérdidas de tiempo del Villarreal ya desde la media hora de la primera mitad calentaban algo un partido frío que, hay que insistir en ello, nunca tuvo para la Real la categoría de final que merecía. Ahí, también es bueno insistir en ello, Arrasate hizo lo que pudo. Su convocatoria, conocida antes del encuentro, no dejó resquicio alguno a las despedidas o a un ambiente festivo que no se correspondía con lo que estaba en juego. Y también contribuyó a reactivar a los suyos con un movimiento tan inusual en él como valiente en el fondo y en la forma: dos cambios en el descanso y dos atrevidos. Sentó a Markel para colocar a Granero en el césped por primera vez tras su lesión, y optó por la impopular decisión de quitar al delantero con un marcador adverso y pobló el centro del campo con Zurutuza por un Agirretxe sin opciones claras.
Los cambios consiguieron el efecto deseado y la Real entró en la segunda mitad con otra cara bien distinta. Granero demostró en poco más de un cuarto de hora que con él el juego del equipo durante la temporada habría sido distinto con él en condiciones de aportar, mucho más fluido, y con más oportunidades para los jugadores que llegan al área rival. Griezmann, que pudo ser objeto de penalti nada más comenzar la segunda mitad en un empujón entre la espalda y el costado, y Vela tuvieron las mejores ocasiones para empatar. El francés cabeceando en un buen movimiento un centro de José Ángel y provocando la parada de Juan Carlos y el mexicano mandando el balón fuera tras un buen control a un pase largo. Incluso Markel estuvo otra vez cerca de marcar al cabecear una falta lateral botada por Granero. A pesar de que la estrategia evidención aún más los defectos del equipo, apenas sin crear peligro desde la esquina o en faltas, fueron los mejores minutos de la Real con diferencia, los únicos en los que al menos pareció creer en el empate, en la victoria, en la sexta plaza y hasta en la quinta. Pero como fiel reflejo de este final agridulce de la temporada, la resolución tenía que ser negativa.
Arrasate, aunque hizo lo correcto para tratar de reacitvar al equipo, corrió un riesgo importante con su cambio de esquema. La superioridad en el centro del campo no la buscó sólo con la inclusión de un medio más, sino que encargó a los laterales un esfuerzo enorme para colaborar en el ataque. Eso dejó al Villarreal los espacios que acabó aprovechando para hacer el 0-2. Pasado el arreón realista inicial, lo cierto es que el equipo castellonense recuperó la comodidad de la primera mitad y lanzó contras de enorme peligro. Bravo detuvo una con una espléndida parada y entre Ansotegi y Carlos Martínez evitaron el disparo en otra. Pero a la tercera, como reza el dicho popular, fue la vencida para los de Marcelino. Una buena galopada de Giovanni con muy pocos defensas realistas para oponerse a él, apenas los centrales, acabó encontrando el pase a Uche, que marcó prácticamente a placer. Los centrales no recibieron ninguna ayuda del pobladísimo centro del campo realista. No se puede decir que no se viera venir ese segundo tanto.
Aunque, como en la primera mitad, el gol llegó a veinte minutos del final, absolutamente nadie creyó en la remontada. Ni siquiera el tercer cambio de Arrasate, Chory Castro por Carlos Martínez, sirvió para que la épica se asomara por Anoeta. De hecho, siempre pareció más cerca el 0-3 que el 1-2, y Bravo tuvo que intervenir de nuevo para evitar el tanto de un egoísta Jonathan Pereira, que tenía hasta tres opciones de pase pero buscó el gol cuando parecía imposible superar al chileno. Y aún así, la Real se encontró el 1-2, con un remate de Vela, que anota así su decimosexto gol de la temporada, tras una dejada de Zurutuza. Quedaba ya sólo un minuto de los tres de descuento que había indicado el colegiado, y puede que sólo ahí se respirara cierto ambiente de épica. Pero, claro, la épica en un minuto sucede una vez en la vida, o al menos una cada mucho tiempo, y hoy no fue ese día. La Real ni siquiera tuvo una opción de hacer el empate a dos y recuperar la sexta plaza.
Lo más doloroso de esta derrota, la cuarta de la temporada en Anoeta, es que una vez más deja la sensación de que se produce más por deméritos de la Real que por méritos de un rival que incluso se permitió el lujo de dar minutos a su portero suplente. Ni unos ni otros vieron una final en el partido, pero el perjuicio para la Real es grande. Si este año se ha explicado el tristísimo final de temporada en el esfuerzo físico derivado de comenzar con aquella previa de Champions en agosto, la próxima campaña empezará mucho antes, con dos eliminatorias previas. Y viendo lo que se ha visto, no sólo hoy, sino en otros muchos partidos de este tramo final de la Liga, nadie puede dudar de la justicia de ese castigo. La Real vuelve a Europa y eso es un éxito, pero la escasa dedicación del equipo en demasiados partidos clave en los que se quedó a medias acabó por pasar factura. Y está por ver qué factura pasa a quienes se quieran quedar en la Real. Porque si alguien se quiere ir, no se ha despedido de la mejor manera posible. Se acabó la temporada y el final ha sido demasiado triste. Tanto, que le han dado la razón a Tebas y a la LFP por el despropósito horario de la última jornada. Ya da igual lo que haga el Sevilla. Pues eso, triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario