Eso es verdad que dificulta el análisis en profundidad sobre ciertas decisiones que el técnico haya podido tomar durante el año, que al final son las que encuentran eco en los medios de comunicación y las redes sociales, las que por alguna extraña razón hacen necesario que haya que reivindicarle año tras año, pero no podemos perder de vista lo fundamental: que Imanol ha incorporado a la Real un gen competitivo descomunal. No hay otra forma de entender que haya instalado al equipo txuri urdin en la parte alta de la tabla de manera casi ininterrumpida durante los cinco años completos que se ha sentado en el banquillo realista. Es el máximo responsable de que la Real se haya clasificado para competiciones europeas por primera vez en su historia y así hay que reconocérselo.
Las expectativas de esta temporada eran muy altas, y es cierto que ha habido dos mazazos emocionales que afectaron y mucho a la visión del aficionado: que se perdiera la opción de jugar otra final de Copa y que el sueño de seguir vivos en la Champions se esfumara con relativa facilidad. Eso también ha hecho que se viera con más claridad que el juego del equipo, desde un punto de vista preciosista, se haya situado en uno de los puntos más bajos de la etapa de Imanol en la Real. Pero incluso así, con un equipo agotado, con lesiones acechando durante todo el curso, Imanol ha creado un ejército de gladiadores que se dejan la piel en cada partido y que, ojo, en los momentos clave de la temporada han dado la cara y sumado lo necesario para llegar a los objetivos cuando seguramente muchos ya no confiaban en ellos.
La Real de Imanol se ha ido transformando con el tiempo, ya no es la misma que vimos antes de la pandemia, pero los cambios han sido progresivos y, de alguna manera, naturales. Su fútbol ofensivo se ha visto resentido esta temporada por la alarmante falta de gol. El técnico, no obstante, no ha parado de buscar variantes, tanto tácticas, con esquemas distintos, también amoldados al escenario y al rival, y probando a sus jugadores en distintas posiciones. Que se lo digan a Oyarzabal, que se ha movido en todas las variantes de ataque y acompañado de casi todos sus compañeros. Esto mismo es lo que ha llevado a la Real a ser uno de los equipos con mayor número de goles anotados a balón parado. Brais incluso ha marcado tres goles de falta, y a final de temporada, con Turrientes como mayor exponente, se ha visto al equipo con más ganas de probar desde fuera del área, en contraposición a la seña de identidad previa que era casi llevar el balón hasta la portería rival.
En defensa, las sensaciones también pueden ser distintas a la realidad. Puede parecer que la Real ha perdido entereza defensiva porque se le han ido bastantes puntos contra equipos de teórica menor entidad y en los últimos minutos, pero a la vez su portero, Remiro, ha luchado por el Trofeo Zamora hasta la última jornada y ha dejado su portería a cero en más de veinte partidos de la temporada, merced a un trabajo defensivo en el que participan todos, desde la presión y desde las faltas cuando son necesarias. Todo esto no se consigue sin un intenso trabajo entre semana, sin una planificación estratégica y sin hacer que toda la plantilla acompañe en la idea de juego, y eso, sí, es otro de los méritos de Imanol.Puede que su gran debe de la temporada, en todo caso, haya sido la gestión de la plantilla, pero no en lo que se puede ver en un primer vistazo superficial a la temporada, las rotaciones en sí mismas, sino en los efectos que ha conseguido. Más que en otras temporadas, los datos arrojan que no ha sido capaz de hacer jugadores que estaban llamados a marcar una diferencia dieran lo mejor de sí mismos, como Cho antes de abandonar el barco o un Sadiq que tiró la toalla antes de tiempo. Y quizá este año haya sido en el que más complicado lo haya tenido Zubieta para brillar en el primer equipo. No siempre, claro, y ahí están los jugadores ya consolidados en el equipo, pero la presencia de Díaz de Zarate u Olasagasti ha sido testimonial, incluso la de Turrientes durante algunos tramos de la temporada, y eso se une a las salidas en verano de Gorosabel, Guevara, Sola, Navarro o Karrikaburu, ya sea como traspasados o como cedidos.
Es obvio que Imanol ha tenido preferencias claras y que hay jugadores a los que le ha costado sustituir. Zubimendi ha sido el ejemplo más claro, ya que es el que menos ha podido descansar. ¿Están las lesiones que sufre la Real detrás de esta exigencia? Eso es algo que no podemos saber a ciencia cierta, aunque el debate esté en las tertulias de los aficionados. De lo que sí podemos dar fe es de que las dolencias físicas han lastrado mucho a la Real, esta temporada más que nunca, han impedido que sus figuras pudieran tener el descanso necesario en los tramos menos exigentes del curso e incluso que algunos jugadores llegaran a coger el punto óptimo de forma en toda la temporada, caso de Silva u Odriozola. Llegar al final de la temporada con jugadores vitales como Merino, Zubimendi, Oyarzabal o Brais en un estado de agotamiento palpable es un riesgo enorme.
¿Podría jugar la Real como lo hace sin esa exigencia física? Seguramente no, y quizá la gran innovación que necesita el equipo no se refiere a su entrenador y sus capacidades, sino a la perfección de una preparación que permita ir un punto más allá. Con Imanol, lo que está claro, es que hay bajones en la temporada que se repiten año tras año. La duda es cómo solucionarlos o, al menos, cómo llevarlos a las semanas en las que menos daño puedan hacer en las aspiraciones del equipo. Imanol tiene cinco cambios para contribuir a esa tarea y aunque tampoco se ve una mala gestión en ese sentido, sí que hay que ser conscientes de que hay un cierto murmullo en la grada por la tardanza en dar la vuelta, o al menos intentarlo, en algunos partidos.
Es igualmente obvio que la idea de Imanol ha calado en sus jugadores y es eficaz. Juego desde atrás con un Remiro indispensable, presión alta arriba, mucho toque y reacciones contundentes para contrarrestar las pérdidas de balón, por mucho que ello haya supuesto un incremento en el número de las faltas que señalan los colegiados a la Real, hasta extremos que hace no tanto parecían insospechables en el equipo txuri urdin. Eso es una idea, una interiorizada y que todos los que juegan la defienden a muerte. ¿Puede haber mejor reivindicación que esta de un entrenador?Año tras año da la sensación de que hay una cierta idea de que Imanol es un entrenador de transición, en formación y con más defectos de los que se le reconocen a técnicos de fuera, pero año tras año Imanol se consolida todavía con más fuerza, sigue llevando a la Real hasta donde se espera que se mueva en la parte alta de la tabla, y ha conseguido llegar ya a un número de años en el banquillo que no se veía desde los tiempos de Ormaetxea. Por algo será. Imanol o barbarie, dicen por las redes sociales, y cada día que pasa, más en una temporada en el que en ese mismo escenario se ha hablado de cambio de ciclo de una manera muy apresurada, es una frase que cobra más sentido. Y es que encima ha salido de todo este trance con más fuerzas de continuar.
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