Y por la forma, además. El verdugo realista fue el Mallorca, en una eliminatoria que además tuvo un ambiente extrañamente enrarecido. En Mallorca no entendieron la celebración del gol de la victoria en el partido de Liga jugado en la isla apenas un día antes, en el que Merino se llevó los dedos a la boca con la habitual forma de L, en honor al nombre de su pareja. Entendieron que les mandaba callar, y lo consideraron una falta de respeto, no así que recibieran al autobús de la Real al grito de "hijos de puta" sin que se sepa muy bien por qué. Y tampoco entendieron que Luis Arconada sacara la bola en el sorteo con una sonrisa, la que luce siempre que aparece en actos públicos. Pensaron, ellos sabrán por qué, que era una mofa, como dando la eliminatoria por ganada, y sin entender que, en todo caso, el Mallorca era el equipo a priori más débil de las semifinales por su situación liguera, siendo el único equipo que ha luchado por no descender mientras que los otros tres han luchado por la plaza europea que el equipo balear no logró perdiendo la final de Copa contra el Athletic.
Si hablamos de fútbol y ocasiones, la Real mereció ganar los dos partidos de la eliminatoria, pero no consiguió vencer en ninguno de los dos. En la ida, en Son Moix, un 0-0 que estuvo marcado por los fallos clamorosos de un Sadiq que después de aquello no levantó cabeza en toda la temporada, además de por un penalti a Barrenetxea bastante claro que Muñiz Ruiz no quiso pitar. En la vuelta, 1-1. El Mallorca se adelantó al poco de comenzar la segunda mitad por medio de Giovanni González. Para entonces, la Real había desperdiciado la mejor ocasión posible, un penalti ya en el descuento de la primera mitad que Brais envió al centro para que lo despejara Greif. Oyarzabal empató en el minuto 71, apenas cinco minutos después de ingresar en el partido, no fue titular por estar recién recuperado de una lesión, y el partido llegó a la prórroga.En el tiempo extra se produjo la acción más polémica no ya de la eliminatoria sino de toda la Copa 2023-2024, un gol fantasma de Tierney que la inexistencia de la tecnología de gol evitó que se diera por válido. Y fue gol. Al no valer, y no moverse el marcador, se llegó a la tanda de penaltis, y ahí el Mallorca fue mejor. A pesar de que la Real tiró primero y de la ventaja que eso suele dar, no logró ganar. Falló, además, su mejor lanzador, Oyarzabal. Fue el primero de los diez lanzamientos. Turrientes, Olasagasti, Zubimendi y Becker mantuvieron a la Real con vida hasta el final, pero al anotar Darder el quinto lanzamiento, sin que Remiro estuviera cerca de parar ninguna, el sueño de volver a la final se esfumó de la manera más triste, además en un Anoeta que ansiaba una gran noche copera y que vio a bastantes jugadores del Mallorca despedirse con burlas hacia la Real y hacia Merino que evidencian una mediocridad injustificable que, seguro porque esto es fútbol, algún día tendrá cumplida revancha, esperemos que con mucha más deportividad.
Hasta ahí, el viaje de la Real por la Copa había resultado casi modélico y cargado de guiños dentro de ese conjunto de partidos ante rivales de inferior categoría que siempre resultan bonitos y necesarios para ayudar al fútbol más modesto, por el enorme parecido con el devenir de la competición de la temporada 1986-1987, que terminó con Arconada levantando la Copa al cielo de La Romareda tras batir en los penaltis al Atlético de Madrid. En aquella ocasión, el equipo de Toshack, como el de Imanol, también superó sus tres primeras eliminatorias por un corto 0-1 contra equipos de inferior categoría. La Real en esta ocasión superó a Buñol, Andratx y Málaga con ese marcador. También ganó un partido contra un equipo de rivalidad geográfica por 0-2, entonces fue el Eibar en eliminatoria a doble partido, y aquí a un Osasuna que se quejó amargamente del arbitraje de aquel día. Y también se jugó contra un equipo balear, aunque entonces fuera contra el Mallorca Atlético y en cuartos, no contra sus mayores y en semifinales.
La Copa se fue dejándonos para los registros históricos los primeros goles en la Real de Silva, contra el Andratx, y de Becker, contra el Celta. Hasta el descuento en Vigo, cuando marcó el 1-2 definitivo Luca de la Torre, en un partido muy dominado hasta ese añadido, el equipo txuri urdin había mantenido su portería a cero, 450 minutos con la portería sellada, ocupada por el debutante Marrero en las tres primeras eliminatorias y después por Remiro en cuanto los rivales fueron de Primera División. Para lo anecdótico también queda que Oyarzabal fue el máximo goleador del curso en esta competición con tres goles (en apenas 310 minutos), que Brais con dos fue el máximo asistente, que sólo Le Normand jugó los siete partidos en la andadura txuri urdin en el torneo y que eso convirtió al central francés en el jugador con más minutos, 578.Todo son frías estadísticas en una competición que dolerá por mucho tiempo.
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