Nada de lo que se escriba en un día tan triste hará justicia a la figura de Gorka Reizabal. Es duro pelear para encontrar las palabras que definen a una figura superlativa en muchos sentidos, pero sobre todo el humano. Es duro, sí, y lo sería si simplemente estuviéramos despidiendo a uno de los periodistas más importantes que ha tenido la Real Sociedad en su historia, uno que estuvo allí narrando los momentos más trascendentes del equipo que quería como nadie, ese que no pudo contener su inabarcable energía y rompió a cantar "campeones"en directo cuando Arconada se lanzó con su portentosa agilidad para detener el penalti que le daba a la Real la Copa del Rey de 1987. Ahora solo puedo pensar que la próxima vez que cantemos "campeones" será imitándole a él, a Pato. Pero es que Pato es mucho más que eso.
Es curioso que los días tristes como el de hoy nos sirven para echar la mirada atrás y darnos cuenta de lo que las personas han significado para cada uno de nosotros. Somos incontables los que podemos decir que somos de la Real por Arconada. Pero muchos hemos seguido a esa Real que admirábamos con la voz de Pato, al principio sin darnos cuenta y después percatándonos de que siempre estaba ahí, con nosotros, contándonos los goles de la Real. Dentro de su larguísima trayectoria periodística, sus resúmenes en Estudio Estadio, con sus magníficos juegos de palabras, se colaban cada semana en las casas de quienes queríamos ver lo que la distancia nos impedía disfrutar en las gradas del viejo Atocha. Él era la voz de la Real. Sí, ya sé que Josean Alcorta se ganó ese apelativo con su intensa narración del gol de Zamora, pero permítase la licencia a quienes apenas despegábamos del suelo cuando esa maravillosa proeza tuvo lugar.
Pato acuñó frases inolvidables, pero hay una que permanece por encima de todo. Encargado del guion del documental con el que se dio cierre al campo de Atocha,eso que hoy en la era de Internet parece tan fácil de conseguir pero que entonces era un tesoro de valor incalculable, fue allí donde se refirió a la Real como el más grande de los pequeños y el más pequeño de los grandes. Es una definición tan brillante que parece imposible. Dio en el clavo para resumir lo que es nuestro equipo como nadie lo ha hecho en sus ya 110 años de historia. Y quizá, de alguna manera, se definió también a sí mismo. Hoy no abrirán informativos con su marcha, pero se ha ido uno de los grandes, un nombre que irremediablemente está ligado a la historia de la Real desde su púlpito periodístico.
Con el tiempo tuve la enorme suerte de conocer a Pato. Y la todavía más inmensa suerte de que me considerase su amigo. Siempre con una palabra amable, siempre con una sonrisa en la cara, siempre con un tremendo sentido del humor, siempre con un gesto que agradecer, siempre con un abrazo para despedirse cuando había que tomar caminos distintos. Todavía recuerdo lo honrado que me sentí cuando él, desde dentro de algunos de los últimos grandes días de la Real, decidió hacer partícipe a Corazón Txuri Urdin del ascenso a Primera o de la despedida de Mikel Aranburu, siempre con la camiseta que Periko Alonso lució en el título de Liga de la temporada 1981-1982 puesta. No se puede tener el corazón más grande de lo que lo ha tenido siempre este hombre.
Una de las cosas que recordamos la última vez que charlamos, un momento que ya atesoro como uno de esos que jamás voy a poder olvidar, fue del mítico 4-0 que le endosó la Real al Real Madrid en 1979, uno de los más grandes partidos que hizo el mítico equipo de Alberto Ormaetxea. Por aquel entonces trabajaba en La Voz de España. No hizo la crónica del partido, pero recordaba orgulloso, con la sonrisa que siempre lucía, que sí hizo el titular deportivo que lucía en la portada de aquel día. "Ya todo es posible en Atocha". Así describió aquella hazaña, abriendo la puerta sin saberlo a la era más gloriosa de la Real. Ya todo es posible en Atocha. ¡Qué orgulloso estaba de ese titular y con qué sonrisa recordaba haberlo escrito! Pato lo dijo, y poco después la Real sumó un histórico récord de imbatibilidad, dos Ligas seguidas, una Supercopa, una semifinal de Copa de Europa y la mencionada Copa del Rey.
No aspiro a que estas palabras estén a la altura de tu leyenda. Eso es imposible. Pero siento ganas de decir que ahora, con tu ausencia, ya todo es posible en el cielo, donde seguirás mirando de reojo a la Real. Algún día seremos nosotros los que te contemos lo que ya no verás de primera mano y, ojalá, lo hagamos cantando juntos de nuevo ese "campeones" que tiene tu radiofónica voz para siempre y que, a partir de ahora, nos pondrá un poco más el corazón en un puño. Hasta siempre, cronista. Realista. Amigo.
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