Elustondo, de lo poco mínimamente salvable. |
Eusebio sacó el once más fácil, el más factible, el de más nivel, pero en el que no se pasa factura a la paupérrima temporada de muchos de sus futbolistas. Ni una sola sorpresa en el once. Diego Reyes por delante de Mikel González. Illarra y Pardo manejando el juego del equipo. Oyarzabal siendo ya insustituible. Y Vela completamente perdonado después de su salida nocturna en Madrid. El mensaje, claro: los pesos pesados tenían que ser los que lograran la victoria que diera la necesaria tranquilidad clasificatoria. La salida de la Real, a pesar de la frialdad de la tarde donostiarra, fue positiva. Nada para tirar cohetes, pero Las Palmas perdía el balón sin llegar a la línea del centro del campo porque la presión era intensa, y eso permitió las primeras opciones de gol. Primero probó suerte Illarramendi con una falta directa, en inmejorable posición, pero lanzó el balón arriba. Y después fue Pardo, también desde la frontal pero en juego, con un disparo que atrapó Javi Varas sin moverse del sitio.
No tardó en convertirse Mateu Lahoz en el primer gran protagonista del partido. Primero volvió a recordar lo mucho que le cuesta pitar faltas a favor del equipo de casa, algo que no es nada nuevo en partidos de la Real. Después hubo una jugada, un centro desde la banda derecha, en la que se pidieron dos penalti consecutivos, primero a Jonathas y después a Yuri, y los dos pudieron ser penas máximas bastante señalables, sobre todo la primera. A renglón seguido, el colegiado no tuvo ninguna duda en señalar penalti en el área contraria, y esta vez acertando, ante la enésima temeridad de Iñigo Martínez, mostrando de nuevo de forma evidente la razón por la cual no es un fijo en las convocatorias de la selección española y quién sabe si las reticencias de la Real a darle el contrato que sus condiciones merecerían. Su zancadilla a Aythami fue clarísima e innecesaria. Pero Jonathan Viera telegrafíó su disparo de tal manera que Rulli despejó el penalti con seguridad.
Disponer del penalti, a pesar de desperdiciarlo, sí desperezó a Las Palmas, algo a lo que también contribuyeron algunos errores de la Real. Un mal pase de Yuri, bastante impreciso en el encuentro, le costó la amarilla a Illarramendi por un claro agarrón. La respuesta realista fue un cabezazo de Vela, que arrancó metido en el partido para ir diluyéndose sin remedio y que no tardó en provocar la amarilla para Garrido, que Varas atrapó sin muchos problemas. El peligro de la Real se alternaba en las dos bandas, pero la derecha, con Xabi Prieto allí volcado, cobraba ventaja gracias a los balones que metían tanto Elustondo como Vela. El mexicano, de hecho, puso un balón de oro a Jonathas, que pifió el remate, a pesar de estar libre de marca, en la enésima demostración de que su nivel está siendo demasiado pobre para la inversión económica que ha hecho el club y la confianza que ha deposito en él Eusebio tras la lesión de Agirretxe y tras su efímera buena racha goleadora.
Aunque Las Palmas no conseguía generar ocasiones claras de gol, el partido estaba mucho más abierto de lo que le interesaba a la Real y sobrepasando el ecuador de la primera mitad se podía dar por equilibrado. A excepción de cuando Oyarzabal entraba en juego y ponía algo de luz, a los realistas les costaba mucho todo, atacar y defender. Para muestra, otra de Jonathas, que tras una salida defectuosa de Javi Varas lo único que pudo hacer fue apoyarse en su marcador y echar el balón hacia atrás. Y para seguir con el espectáculo dantesco en el que poco a poco se iba convirtiendo el partido, Mateu Lahoz decidió volver a convertirse en el protagonista. Lo que nunca debe de ser un árbitro. El colegiado señaló un libre indirecto dentro del área, por un juego peligroso cometido por Iñigo Martínez. ¿Lo era? Sí. ¿Se pita? Nunca. Y para colmo, Mateu dio validez al gol cuando el libre indirecto no fue tal, el balón no pareció moverse con el primer toque antes de que disparara William José, y si lo hizo fue mínimamente. Mateu no dudó, claro.
En todo caso, para complementar el show del colegiado, que tampoco es sorprendente a pesar de la buena fama que sigue teniendo, la Real también aportó el suyo. El balón entró llorando, después de que nadie de la barrera colocada sobre la línea de gol emprendiera siquiera una mínima carrera para obstaculizar el disparo. Como si nadie quisiera evitar el gol. El 0-1 provocó el incendio que se esperaba ante la increíblemente triste temprorada de la Real. Hasta los primeros silbidos de la grada, que se hicieron más palpables cuando el equipo enfiló el túnel de vestuarios para el descanso, denotaban la apatía que merece este decepcionante equipo que, con muy pocas excepciones, no se está ganando el derecho a seguir vistiendo esta camiseta. Y Las Palmas olió la sangre y estuvo cerca de marcar el segundo en varias ocasiones, la más clara ya en el descuento a cargo de El Zhar, que se topó con el cuerpo de Rulli. Para colmo, la Real tenía que dar gracias por marcharse al descanso perdiendo sólo por un gol, y ese agradecimiento se lo tenía que dar a su guardameta, muy seguro ante Las Palmas.
La debacle en la que se estaba convirtiendo el partido sí pareció espolear a la Real en el segundo tiempo, con un Pardo dominante, pero que también fue desapareciendo, como el equipo en su conjunto. En todo caso, en esos minutos el balón rondó el área de Las Pal mas y en sólo cinco minutos el equipo realista generó dos clarísimas ocasiones de gol, una a placer que Jonathas de nuevo volvió a tirar fuera incomprensiblemente (por si acaso, y aunque estaba en línea con el balón, el asistente de Mateu señaló fuera de juego), y después una maravillosa rosca de Oyarzabal que encontró el paradón de Javi Varas. A pesar del justificado enfado de la afición, ese poquito bastó para que se enchufara al encuentro, una lección que el equipo no suele aprender, que va a estar a los suyos de su lado a poco que les ofrezca. Y quien ofrece en esta Real es Oyarzabal, a quien los jugadores de Las Palmas no paraban de frenar en falta y eso, al menos, permitía una acumulación de tarjetas que, cómo no, no se aprovechó. Como las jugadas de estrategia, otro enorme lunar para el equipo de Eusebio.
El partido entró en una situación muy similar a la que ya se vivió en Vigo. A remolque en el marcador y presionando al rival en el área. Pero, claro, esa situación hace que cada salida de Las Palmas se convirtiera en peligro asegurado, por mucho que el equipo canario no supiera cerrar el partido a pesar de las evidentes facilidades que fue dando la Real con el paso de los minutos. Así, al cuarto de hora, Tana probó suerte desde la frontal y volvió a toparse con la espléndida parada de Rulli, con diferencia el mejor realista del partido. Tras esa jugada, Eusebio movió ficha con lo poquito que tenía en el banquillo y quizá lamentando su frase de la víspera, esa en la que dijo manejar otras alternativas a la convocatoria de Bautista. Zurutuza entró en el campo por un Xabi Prieto desaparecido una semana más y que escuchó algunos silbidos. Pero la Real seguía sin reaccionar en serio, e incluso fue Las Palmas quien más cerca estuvo del gol, en una contra que Illarra supo resolver cuando la situación parecía realmente peligrosa.
Zurutuza dinamizó la línea de ataque y empezó a meter buenos balones. Y cuando fue él quien se internó en el área y fue derribado por David García, Mateu Lahoz decidió que lo de pitar penaltis para los dos equipos no iba con él. Tan malo es, que regaló un córner que en ningún caso se había producido. Pero la Real había colocado el partido en un todo o nada. Sin apenas defensas, cada balón despejado por Las Palmas tenía opciones de convertirse en un contraataque que acabara siendo el 0-2. En una de esas jugadas, Elustondo tuvo que hacer una falta clara y vio la amarilla. Y, en realidad, los realistas no eran capaces de transformar su desesperación en peligro, porque los llamados a marcar diferencias, Vela y Jonathas, desparecieron. Sin opciones de ataque, y de eso sólo tiene la culpa él cuando hay un filial para solventar estas situaciones, las decisiones de Eusebio en el partido no eran más que colocar hombres de refresco, sin cambio táctico alguno. Primero metió a Carlos Martínez por Elustondo y después a Granero por Pardo.
Pero la Real se pasó tantos minutos sin generar ocasiones claras de gol que dio la impresión de que Las Palmas estaba haciendo lo que quería. Muchos centros a ninguna parte, muchos balones metidos sin que ningún realista los entendiera, Granero generó estupefacción con alguno de ellos, y el último remate de Jonathas, forzado pero sin conseguir siquiera que el balón saliera dirigido hacia la portería de Javi Varas fue el perfecto resumen de otro partido más en el que la Real ofreció una imagen deplorable. Dado que el empate parecía absolutamente imposible, lo que resulta increíble en esos minutos es que no llegara el 0-2. Lo tuvo Dani Cstellano, pero su remate para coronar la enésima contra de Las Palmas fue horrible. El final del partido, de los más tristes que se recuerdan porque no hubo ni la más mínima opción de empatar.
La pitada con la que Anoeta despidió a su equipo fue merecidísima. La Real, sí, está muerta. No está enterrada porque el nivel de la Liga es lamentable, y, con todo, el colchón sobre el descenso sigue siendo amplísimo, de ocho puntos. Pero eso es lo único que puede celebrar la Real, que hay demasiados equipos de un nivel lamentable o que no se han dado cuenta, como Las Palmas, que está dos puntos por debajo, que son mucho mejores que la Real. Cuatro partidos ante los canarios. Ni una victoria. Eliminados de la Copa. Un entrenador cesado por el desastre que se vivió en las islas. Y ahora una derrota demoledora. La Real suma cinco jornadas sin ganar, dos puntos de quince posibles. En esta situación, casi parece una burla hacia los aficionados que aquellas cuatro victorias seguidas, ya olvidadas, pudieran hacer pensar en Europa. Este equipo no lo merece. Como la afición no merece este equipo. Y ojo, que en el calendario vienen curvas y la Real no está salvada.
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