El once inicial de la Real. |
Fútbol, en realidad, no se vio demasiado, ni siquiera antes de esa absurda tarjeta roja. El partido arrancó frío y con muchas imprecisiones, con el balón largo como herramienta fundamental del juego de ambos equipos y sin que ninguno de ellos se hiciera con el centro del campo. Lo único reseñable en esos minutos fue la pelea casi frenética de Eneko Capilla. Hasta el minuto 18 no hubo un primer intento de Darlan Bispo desde fuera del área, y sólo un minuto después la Real disfrutó de una buena ocasión doble, sobre todo el segundo disparo de Oyarzun, en la que quien se lució fue el guardameta local, Olmedo. Tras la siguiente jugada en ataque del Getafe, en el minuto 22, fue cuando se produjo la expulsión de Callens. El colegiado ya se había mostrado en los minutos anteriores quisquilloso y desafiante, por lo que el error del realista fue seguir dialogando con él en lugar de sacar la falta a favor que había sancionado. Pero lo que resulta inverosímil es expulsar a un jugador, por roja directa y después de haberle sacado una amarilla, por tan poca cosa.
Para hacer frente a la inferioridad, Santana movió sus fichas sin hacer el primer cambio. Colocó a Elustondo de central y su hueco en la banda derecha lo llenó Mugurza, fortificó el centro del campo para que el partido se jugara ahí y dejó arriba a Iker Hernández para que desplegara su brega habitual, cambiándose en algunos momentos con el batallador Eneko. Si once contra once el fútbol brilló por su ausencia, con la absurda decisión del colegiado de expulsar a Callens el partido se convirtió con más claridad en una batalla de gladiadores. La Real dio un paso atrás sólo posicionalmente y no se amilanó. De hecho, tras la expulsión fue suyo el primer intento de desnivelar el marcador, un disparo lejano de Oyarzun. El Getafe no realizó su primer disparo entre los tres palos hasta el minuto 32, sin apenas peligro, y muchas de sus jugadas acababan en fuera de juego, producto de los buenos movimientos de la defensa txuri urdin, que sólo sufrió un desajuste severo en otra jugada anulada por posición antirreglamentaria de Mikel Orbegozo, que, sin oposición, cabeceó fuera un centro desde la derecha.
El momento en el que Callens vio la roja directa. |
El único síntoma de que la Real estaba con diez jugadores era su posición retrasada en el campo y el de la superioridad del Getafe sólo se plasmaba en una continua posesión de balón. ¿Ocasiones? Muy poquitas. De hecho, no es descabellado decir que estuvo más cerca el 0-2 que el 1-1, al menos mientras duraron las fuerzas de los diez jugadores supervivientes de la Real. Darlan Bispo y Héctor armaron muy interesantes contragolpes, aunque no llegaron a estar cerca del gol. Sí lo estuvo Iker, después de una magnífica jugada primero de Oyarzun, que aguantó el balón ante cuatro rivales, y después de Eneko Capilla, que aprovechó la confusión getafense para internarse por la banda izquierda y poner un buen centro al que estuvo a punto de llegar el delantero realista. Darlan Bispo llegó a probar fortuna desde unos 45 metros y provocó una buena parada de Olmedo.
Los cambios y el lógico cansancio de jugar con uno menos durante tantos minutos sí puso el riesgo el resultado para la Real. En el último tercio, el partido se abrió mucho. El Getafe no dejaba de intentar colgar balones al área de Marcellán, tanto en jugada como desde la esquina, la descomunal pelea de Iker estuvo a punto de dar sus frutos tras bajar espléndidamente un balón y lanzar el balón muy cerca de la escuadra y el árbitro, triste protagonista del encuentro, acabó por desquiciar a todo el mundo con decisiones caprichosas e incomprensibles, a veces señalando para un lado cuando todos los jugadores ya se iban para el otro. Dentro de este carrusel de locuras, llegó a amonestar a Eneko por perder tiempo cuando iba a ser sustituido, sacó otra amarilla a Ugarte desde el banquillo y retó y amenazó continuamente a jugadores de ambos equipos sin atreverse a tomar más decisiones. El colegiado perdió más tiempo con sus caprichos que los jugadores realistas buscando el final del partido.
Así llegó el 0-1, de Albert Carbonell en propia puerta. |
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