Otra vez por detrás en el marcador desde el inicio. |
Siendo las derrotas un mal de gran calado porque los puntos son ya una necesidad imperiosa, lo realmente peligroso no es perder partidos, sino que la Real no demuestra que tenga interiorizado lo que necesita. El partido contra el Valencia, la media hora final contra el Celta, los 60 minutos de la remontada ante el Real Madrid fueron tramos de enorme intensidad. Sin eso, la Real es poco menos que nada. Y se plantó en Cornellá-El Prat jugando al paso, como si nada. Así, imposible. Se ha incidido en la necesidad de no comenzar los partidos perdiendo. ¿Y qué hace el equipo? Encajar el 1-0 en el minuto 7, en una jugada de muy blandita defensa, por ser generoso con los términos, primera llega a su área del equipo rival. Es un problema conocido la falta de acierto en ataque, que exige crear muchas ocasiones para hacer gol, pero la cuestión es ya un galimatías irresoluble si ni siquiera se prueba al guardameta rival. Y eso sin entrar en el debate de nombres, viendo que quienes forman la guardia pretoriana de Arrasate son mayoritariamente quienes o bien no están en la forma que exige ser titular en una Real de Primera División o bien están en posiciones en las que no se les saca el rendimiento necesario para que el equipo crezca.
Arrasate tenía motivos para confiar en los hombres que tan buen rendimiento dieron ante el Valencia, por mucho que el resultado no sonriera como se mereció, eso es verdad. Pero también resulta inverosímil que buena parte de la plantilla esté ya en una clara infrautilización cuando las soluciones no aparecen. Iñigo Martínez y De la Bella han comenzado a un nivel bajísimo y, sin embargo, lo juegan todo. Claro que falta Yuri, recambio en el lateral, pero es inexplicable el ostracismo de Ansotegi, que es la única solución que aún no ha probado un equipo que no deja de encajar goles ni de ponerse por detrás en el marcador. Mikel González, que estaba supliendo bien la ausencia del hasta ahora injustificadamente intocable Elustondo, acabó cometiendo un error de bulto que pudo costarle la expulsión. Empieza a ser increíble el papel marginal al que se ha reducido a Pardo, que hoy no tuvo ni un minuto, pero también la falta de oportunidades a un jugador como Gaztañaga, hasta el punto de que los errores que ha cometido ante el Espanyol, algunos incluso graves, se pueden achacar sin problema a la falta de actividad. Y hay ya cierto estupor, más que entendible, por la parsimonia que se está teniendo para introducir a Finbogasson, el segundo fichaje más caro de la historia del club, cuando a este equipo le falta gol.
Pero si los grandes problemas que tiene la Real (la falta de salida de balón, la ausencia de gol, las jugadas de estrategia en ataque y la fragilidad defensiva) encuentran soluciones continuistas, soluciones además que se está viendo claramente que no suelen funcionar, lo que sucede es que este equipo se acerca a su nivel sólo cuando todo sale bien, con Zurutuza como brújula hoy desnortada. Cuando los buenos se inspiran, cuando la suerte sonríe y cuando la intensidad es elevada, esta Real sí está cerca de sus objetivos. Si falla algo, no. Y si fallan varias cosas el desastre comienza a multiplicarse y el equipo txuri urdin tira por tierra la regularidad que necesita para ser el conjunto que podría ser. Iñigo, De la Bella y Markel personifican la facilidad con la que cualquier equipo le genera peligro a la Real, incluso mostrando más bien poquito, como ha hecho el Espanyol, que no necesitó más que dos toques bien dados para poner un balón en la zona de gol y que el teórico mejor central que tiene Arrasate a sus órdenes, Iñigo, pareciera un juvenil inexperto. Xabi Prieto y Canales hacen el mismo insulso papel en ataque, e incluso al ex valencianista, más activo siempre, le pesa su lamentable bagaje en el saque de la estrategia. Da igual cuánto pelee Agirretxe, que además está sin gol, porque nadie colabora con él.
Así, la primera parte de la Real fue sencillamente terrible. Encajó el 1-0 en el primer tiro a puerta del Espanyol, sin que Zubikarai tuviera ninguna responsabilidad en el fusilamiento de Lucas Vázquez tras la internada por la izquierda y el pase atrás de Sergio García. Con ventaja en el marcador, el Espanyol no apabulló a la Real, ni mucho menos, y apenas sumó en toda la primera parte una falta lejana que Eñaut envió a córner con comodidad y una ocasión postrera de Sergio García que también atrapó el guardameta realista. La respuesta de la Real, eso sí, fue paupérrima. ¿Ocasiones de peligro? Ninguna. Y eso es sangrante porque, en realidad, sí rondó el área de Casilla con cierta facilidad gracias a que el Espanyol tampoco es un equipo que viva sus momentos más gloriosos. Pero ya iba ganando 1-0, así que se lo podía permitir. Lo único que tuvo que hacer fue ir seleccionando el jugador que debía cortar las acciones individuales de Vela, hasta el punto de que sus cuatro defensas y sus dos mediocentros defensivos acabaron amonestados. Pero sin peligro de expulsión nunca, porque esa táctica, con la connivencia arbitral, siempre da sus resultados a poco que los jugadores sean un tanto inteligentes.
Arrasate introdujo un cambio en el descanso. Necesario, sin duda. Pero una muestra de que tampoco él aprende. No es la primera vez que la confección de una convocatoria sin laterales le obliga a trastocar el equipo de una forma radical. Retiró a De la Bella, que si no hay lesión mediante desde luego podría haber sido elegido por su pobre actuación, pero como no había recambio en el banquillo, tuvo que improvisar. Iñigo pasó al lateral, Markel se colocó de central y el jugador escogido para incorporarse al partido fue Gaztañaga. Aunque el nuevo pivote defensivo cometiera los mencionados errores importantes, tanto en el pase como en la excesiva confianza ante la presión del Espanyol, el fútbol de la Real siempre parece mejor. Por eso, los mejores minutos de la Real, que no necesariamente buenos, estuvieron en el arranque de la segunda mitad. A las continuas intentonas individualistas de Vela se sumó Agirretxe intentando disparar desde cualquier lado. Ni por uno ni por otro tuvo Casilla que realizar grandes intervenciones, aunque Agirretxe, a los seis minutos, al menos conectó un disparo que el guardameta espanyolista no pudo agarrar, sin que hubiera nadie al rechace.
Tan mal debía estar viendo el panorama Arrasate, y menos mal que eso al menos lo vio, que realizó sus dos cambios restantes bastante antes de lo que suele ser habitual en él. Entraron primero Chory Castro por Canales y después Finnbogason por Xabi Prieto. ¿Se notaron esos cambios? Tristemente, no mucho. Chory estuvo tan peleón como lo lleva siendo toda la temporada, pero sin acierto, y Finnbogason aún no ha podido demostrar nada, ni por su parte ni por la falta de ayuda de sus compañeros, porque es obvio lo complicado que es para un delantero marcar goles si no le llega el balón. Aún rondando el área de Casilla, ahora con algo más de insistencia, no es descabellado decir que el único jugador que estuvo realmente cerca del gol fue Gaztañaga, con una preciosa volea que se machó fuera por poco y que el portero espanyolista había renunciado a atrapar por imposible. Que esa jugada sucediera en el minuto 87 da una idea de la impotencia con la que la Real gestionó la mayor posesión de balón y la cercanía a la portería rival y es reflejo de la lamentable actuación del equipo.
En realidad, el despropósito fue inmenso y se vio tanto en las líneas generales del partido como en los pequeños detalles. Entre los primeros, la clara impotencia a la hora de generar ocasiones de peligro, ni siquiera jugadas fluidas que provocaran inquietud en la defensa del Espanyol. Entre estos últimos, la facilidad con la que Markel perdía su zona improvisada de central o la triste impresión que dejaba Iñigo intentado desenvolverse como extremo. Fue después de ese disparo de Gaztañaga, el único instante en el que el empate pareció posible, cuando el Espanyol decidió matar el partido y no le hizo falta mucho. Lo intentó en una primera contra con la que Stuani no acertó, la siguiente jugada a la ocasión realista, y lo logró a la segunda, en una buena jugada que sí culminó el uruguayo en el segundo palo, después de salir con mucha facilidad del área de influencia de Markel. 2-0 y a casa, con todo el merecimiento del mundo y en realidad sin que el Espanyol tuviera que mostrarse como un equipo interesante para lograr semejante ventaja.
La Real no reaccionó en Cornellá-El Prat. Muy al contrario, ahondó una crisis que ya dura mes y medio y que sólo se ha disimulado con pequeños oasis puntuales. Es difícil no ver los problemas del equipo txuri urdin. Y aunque se haya debatido mucho sobre ello, el partido de hoy deja buen claro que la situación alcanza mucho más que un cambio de sistema o de la recolocación como central de Elustondo. Hoy la Real jugó con un dibujo reconocible y que los futbolistas han alabado durante la semana y el más criticado jugador de la plantilla no estaba sobre el césped. Pero la Real sigue sin defender bien, sigue sin generar ocasiones de gol, sigue sin tener efectividad, sigue despreciando las jugadas de estrategia como forma de paliar su mal juego, sigue sin arrancar los partidos sin intensidad, sigue encajando goles sin medida, sigue sin aprovechar las posibilidades futbolísticas y numéricas de su plantilla y sigue generando una frustración inmensa en sus aficionados, que con toda la lógica del mundo no pueden entender que un equipo con tantas posibilidades está vagando por las zonas limítrofes con el descenso.
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