viernes, febrero 15, 2013

GRANDES GOLES: KOVACEVIC (Real Sociedad 3 - Athletic 1, 98-99)

Ahora que el gol que encajó Asensjo con el Atlético de Madrid en su partido de esta semana en la Europa League ha dado la vuelta al mundo, es buen momento para recordar que hace unos cuantos años la Real marcó un gol bastante similar... y lo hizo en un derbi contra el Athletic. Un derbi que, además, llegaba tras nada menos que once de estos duelos sin que la Real conociera la derrota, en una histórica racha que llegó hasta los quince. No ganaban los bilbaínos a los donostiarras desde el 2-0 en San Mamés de la temporada 1992-1993. Pero estamos en los primeros pasos de la temporada 1998-1999, en la novena jornada de Liga. Real y Athletic viven un momento dulce, ambos jugando en Europa. Concretamente, el equipo txuri urdin venía de disfrutar contra el Dinamo Moscú, al que goleó 3-0 en la vuelta de los dieciseisavos de final, con un Kovacevic brutal que sumaba ya siete goles en los cuatro partidos de la UEFA. Y Kovacevic, precisamente, se convertiría en el protagonista del derbi.

A los dos minutos de partido, un espléndido pase suyo lo convirtió De Paula en el 1-0. A los doce, una buena jugada del serbio por la banda izquierda la acabó despejando Alkiza a los pies de Sa Pinto, que enganchó un precioso disparo que subió el 2-0 al marcador. Sa Pinto y Kovacevic lo celebraron colocándose una txapela cada uno. Dos minutos después, un más que discutible penalti de Loren sobre Guerrero lo transformó Larrazabal en el 2-1. Así se llegó al último minuto del encuentro. Imaz, en su primer partido en Anoeta con la camiseta del Athletic después de dejar la Real tras su mejor temporada de txuri urdin, vio la segunda amarilla en el minuto 89 y se marchó a calle. En el 91, Kovacevic agrandó su leyenda en el partido, encaró a Imanol Etxeberria, éste le derribó y vio la roja directa. El Athletic se quedó con nueve jugadores y, ya sin cambios, tuvo que colocar a Larrazabal bajo palos. Eso sí, detuvo la falta lanzada por Idiakez. El Athletic, aún con esa inferioridad, tuvo opciones de empatar. En el 92, Carlos García echó el balón fuera a bocajarro.

Y en el 93 dispuso de una falta lateral desde la banda izquierda. No quedaba otra, así que Larrazabal se sumó al ataque y se metió en el área. La defensa realista despejó la falta y Larrazabal acabó por los suelos mientras un jugador del Athletic disparó desde muy lejos, a la desesperada, buscando una segunda jugada. Pero el balón se encontró con un muro argentino llamado Juan Gómez, que lo despejó con precisión a los pies de Cvitanovic. Y ahí, aunque el balón estaba todavía cerca de su propia área, Anoeta comenzó a cantar gol. Cvitanovic echó a correr hacia el campo del Athletic, hacia una portería que no tenía guardameta para defenderla. Pero quien ya había visualizado el gol era Kovacevic, que echó a correr como poseído por el diablo con un solo pensamiento en la cabeza. Cvitanovic, todavía en campo propio, lanzó el balón al espacio, perfecto para Darko, que después de controlarla con un buen primer toque miró hacia atrás para asegurarse de que nadie le podía alcanzar. Alkiza lo hacía con la mirada, en una carrera inútil, sabiendo que el tanto era ya inevitable.

En lo que se llama marcar a puerta vacía, Kovacevic avanzó hasta la misma línea de gol, y ni siquiera el susto que le dio el balón al botarle justo antes de introducirse en la portería impidió que el 3-1 subiera al marcador. Anoeta saltaba de alborozo. Pocas veces ha cantado la afición realista un gol durante tantos segundos antes de que efectivamente se marcara. Tras salir del fondo de las mallas, hasta donde acompañó al balón, Kovacevic se quitó la camiseta y Prados García le mostró por ello la tarjeta amarilla. Daba igual, la felicidad era inmensa. Con sus brazos en alto y lanzando un beso a la grada, compartió el gol con quienes tanto lo estaban celebrando. En las páginas de El Diario Vasco se recogían declaraciones anteriores al partido de Román Galarraga, el que fuera portero y entrenador txuri urdin: "Lo tengo bien claro. Ganaremos por 3-1". No creo que Gallarraga se imaginara también la gozosa forma en la que llegó ese tercer tanto realista.

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