Entrar
a valorar la acción del presidente de la Real en la temporada recién finalizada
es sumamente complicado. Cada vez lo es más, sobre todo por la enorme cantidad
de blancos que puede tener una crítica cuando las cosas no van sobre el césped
todo lo bien que nos gustaría a todos. ¿Quién es el responsable máximo de todo
lo que sucede en la Real? Es obvio, su presidente. Jokin Aperribay. ¿Pero en
qué medida? Ahí radica la dificultad de esta evaluación, que quizá, más que en
el caso de jugadores, técnicos y director deportivo queda mucho más a expensas
del juicio personal de cada realista.
Sí hay varios elementos que pueden entrar en el terreno de
los hechos. El primero, que Alerribay está a punto de culminar la piedra
angular de su mandato una vez que el primer equipo se estabilizó en Primera, la
remodelación de Anoeta. El tiempo dirá si sus amplios graderíos terminados se
ocuparán en el porcentaje suficiente para justificar su crecimiento, pero a
nadie se le escapa que enterrar las pistas de atletismo ha supuesto una
revolución sin precedentes en el devenir moderno de la Real, al menos en cuanto
se refiere a nivel social. Esto, dicho claramente, es algo que hay que
calificar de histórico y que otros intentaron sin éxito antes de Alerribay.
El segundo hecho es que la Real es un club económicamente holgado. El más pobre de los ricos, por continuar con aquella analogía que catalogan a la Real como el más pequeño de los grandes (y el más grande de los pequeños), es el noveno presupuesto más grande de Primera. No tiene agobios de dinero, ni siquiera con la fuerte inversión acometida en Anoeta, que se ha sustentado también gracias al dinero que ha ingresado el club con la venta, deseada o no, de varios jugadores importantes en los últimos años. Esa posición se apuntalará con la jugada maestra de colocar al Atlético de Madrid la cláusula por la cual un cuantioso porcentaje de su en teoría próximo traspaso irá a las arcas realistas.
El problema está, y ahí radica la dificultad de la cuestión, en que estos logros no se trasladen al terreno de juego. Muchos piensan, y no les faltan razones, que la ambición que se tuvo para colocar a la Real en otro plano económico muy distinto al que tenía el club hace una década no ha tenido todavía correspondencia en lo deportivo. Los pasos ambiciosos de Aperribay, como por ejemplo el fichaje de todo un ex técnico del Manchester United como David Moyes no dieron el fruto debido. Y ha habido unos criterios sumamente dispares a la hora de fichar, tanto jugadores como técnicos. La pregunta es si la Real puede dar ese salto, pero sí parece obvio que Aperribay no ha acertado en algunos de sus movimientos para darlo.
En realidad, esto no pasa del terreno de la elucubración, porque Aperribay no se prodiga demasiado en hacer balances o en dar explicaciones. Quizá ahí si convendría algo más de esfuerzo, también a la hora de evitar líos innecesarios como el que se montó con el cambio del himno, algo que debió consultar con la masa social por tratarse de un símbolo del club y sobre lo que al menos rectificó a tiempo, después de unos cuantos partidos en los que el Txuri Urdin sonó con un ritmo adormecedor en Anoeta, para tristeza de quienes siempre hemos pensado que tendría que ser el mejor grito de guerra de la afición. Y eso sorprende porque no podemos olvidar lo presto que está Aperribay para detalles y homenajes, desde el añorado Agirretxe al mítico Pato Reizabal, la última de esas celebraciones de realismo que acogen el campo y el palco de Anoeta para deleite de quienes tenemos el corazón txuri urdin.
Una vez Aperribay dé por concluidas las obras de Anoeta, ya no tendrá paraguas y los focos miraran de manera exclusiva al campo. Ahí, una Real que había cosechado resultados notables desde el ascenso, corre el riesgo de adormecerse a la vista de las últimas temporadas. El hecho de haber cambiado de rumbo, a veces con radicalidad, deja a Aperribay ya como el primero en la línea de fuego. Y quizá la próxima temporada, con la faraónica tarea de Anoeta ya cumplida, sea bastante trascendental en el devenir de Aperribay como presidente. Esta, desde luego, no lo ha sido en lo deportivo.
El segundo hecho es que la Real es un club económicamente holgado. El más pobre de los ricos, por continuar con aquella analogía que catalogan a la Real como el más pequeño de los grandes (y el más grande de los pequeños), es el noveno presupuesto más grande de Primera. No tiene agobios de dinero, ni siquiera con la fuerte inversión acometida en Anoeta, que se ha sustentado también gracias al dinero que ha ingresado el club con la venta, deseada o no, de varios jugadores importantes en los últimos años. Esa posición se apuntalará con la jugada maestra de colocar al Atlético de Madrid la cláusula por la cual un cuantioso porcentaje de su en teoría próximo traspaso irá a las arcas realistas.
El problema está, y ahí radica la dificultad de la cuestión, en que estos logros no se trasladen al terreno de juego. Muchos piensan, y no les faltan razones, que la ambición que se tuvo para colocar a la Real en otro plano económico muy distinto al que tenía el club hace una década no ha tenido todavía correspondencia en lo deportivo. Los pasos ambiciosos de Aperribay, como por ejemplo el fichaje de todo un ex técnico del Manchester United como David Moyes no dieron el fruto debido. Y ha habido unos criterios sumamente dispares a la hora de fichar, tanto jugadores como técnicos. La pregunta es si la Real puede dar ese salto, pero sí parece obvio que Aperribay no ha acertado en algunos de sus movimientos para darlo.
En realidad, esto no pasa del terreno de la elucubración, porque Aperribay no se prodiga demasiado en hacer balances o en dar explicaciones. Quizá ahí si convendría algo más de esfuerzo, también a la hora de evitar líos innecesarios como el que se montó con el cambio del himno, algo que debió consultar con la masa social por tratarse de un símbolo del club y sobre lo que al menos rectificó a tiempo, después de unos cuantos partidos en los que el Txuri Urdin sonó con un ritmo adormecedor en Anoeta, para tristeza de quienes siempre hemos pensado que tendría que ser el mejor grito de guerra de la afición. Y eso sorprende porque no podemos olvidar lo presto que está Aperribay para detalles y homenajes, desde el añorado Agirretxe al mítico Pato Reizabal, la última de esas celebraciones de realismo que acogen el campo y el palco de Anoeta para deleite de quienes tenemos el corazón txuri urdin.
Una vez Aperribay dé por concluidas las obras de Anoeta, ya no tendrá paraguas y los focos miraran de manera exclusiva al campo. Ahí, una Real que había cosechado resultados notables desde el ascenso, corre el riesgo de adormecerse a la vista de las últimas temporadas. El hecho de haber cambiado de rumbo, a veces con radicalidad, deja a Aperribay ya como el primero en la línea de fuego. Y quizá la próxima temporada, con la faraónica tarea de Anoeta ya cumplida, sea bastante trascendental en el devenir de Aperribay como presidente. Esta, desde luego, no lo ha sido en lo deportivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario