De la Bella, una de las novedades de Moyes en Elche. |
Empezando por el principio, Moyes no acertó con su once. Cuando parecía que iba a apostar por la continuidad, decidió cambiar más cosas de las previstas y tirarse de cabeza contra un muro inexpugnable: la Real, fuera de Anoeta, había jugado 20 encuentros sin delantero centro, con sólo dos victorias. A Moyes le dio igual y sentó a Agirretxe. Una cosa es entenderlo cuando se juega en el Bernabéu o en el Camp Nou, pero si el equipo txuri urdin sale así en el Martínez Valero es que la situación es mucho más preocupante de lo que nos imaginamos. Y ya son dos victorias en 21 partidos sin delantero centro. Además, el escocés apostó por De la Bella por primera vez en mucho tiempo y tuvo la baja de última hora de Ansotegi, llegó al estadio por tanto sin central suplente y no solventó la duda de si apostaría por Mikel o por Elustondo, ya que jugaron ambos. Por delante de ellos, un pobladísimo centro del campo con Markel, Granero, Zurutuza y Xabi Prieto, mientras que Chory Castro y Canales se turnaron sin éxito en la punta de ataque.
¿El resultado? Nefasto. En 90 minutos, dos tiros a puerta, los dos sin excesivo peligro, uno de ellos ya en el minuto 93, y apenas con una ocasión clara que sumar a ese bagaje, la de un disparo elevado de Xabi Prieto tras, quizás, la única jugada decente que hizo la Real en todo el encuentro. El problema del equipo realista estuvo en que pobló el centro del campo con esos jugadores con los que tocar la pelota, pero no contó con el mejor de todos ellos, Rubén Pardo, que ya advirtió Moyes en la víspera que había llegado con molestias. ¿Estaba para jugar? Sería bueno conocer la respuesta, porque si no es difícil entender que, viendo el escasísimo nivel en la creación de juego, no fuera el primer recambio. El caso es que, contra todo pronóstico con esos centrocampistas, la Real decidió ceder al empuje del Elche y echarse atrás. Elustondo, ese central reconvertido por su salida de balón, se hartó de pegar pelotazos y, claro, sin Agirretxe para pelearlos la misión de llegar a la portería de Tyton era casi imposible.
Ese pobre intento de la Real de jugar al fútbol resume fácilmente los primeros veinte minutos del partido, en los que el Elche, sin hacer absolutamente nada del otro mundo, al menos parecía tener el partido bajo cierto control. Ni los cambios introducidos por Moyes en el once, ni los ya habituales. Nadie hizo nada por contestar el dominio de los locales, y es difícil sacudirse la sensación de que este fue claramente inducido por los realistas. Por eso, el gol del Elche sólo podía llegar por un regalo de la Real. Cuando Elustondo no rifó el balón en largo, acabó metiendo a sus compañeros en más de un problema. Lo hizo en la jugada del gol, obligando a retrasar el balón que había enviado hacia adelante sin ventaja a un Markel Begara que una vez más demostró que no es el futbolista indicado para resolver esos problemas. En su afán de darse la vuelta siempre en dirección a la portería propia, se dejó ganar la posición y acabó dejando el balón franco para que Jonathas encarase a Rulli y marcara. Ya es triste que la Real no encuentre respuestas a ponerse por debajo en el marcador en el minuto 18 y en un estadio como el Martínez Valero, pero así fue.
Porque el resto del partido, hasta 72 minutos, fue un querer y no poder. Hubo un mínimo amago de reacción en los minutos finales de la primera parte. Un tiro blandito de Prieto desde la frontal fue la única jugada en la que se probó a Tyton, si es que se puede llegar a considerar así una parada tan sencilla, y una jugada de Canales y De la Bella acabó en ese disparo alto del capitán que, en realidad, fue la mejor ocasión realista de todo el partido. Curiosamente, la Real, que había comenzado excesiva e innecesariamente volcada en su izquierda (donde caían también Granero y Zurutuza, además de De la Bella, Chory y Canales), encontró sus dos remates en la derecha. Por supuesto, casi todos los balones centrados desde la banda morían sin rematador, porque no había un nueve sobre el césped, y como las combinaciones en el centro parecían imposibles, la Real sólo pudo mantener cierto dominio territorial, lo que causó incluso el amago de alguna contra del Elche. De haber triunfado los locales en esa suerte del juego, el partido habría sido incluso más deshonroso para los realistas.
Es difícil imaginar que pudo decir Moyes a los suyos en el descanso. O, más bien, si le dio tiempo a decirles todo lo que habría que haberles dicho tras la nefasta primera parte que protagonizaron. Pero el panorama era obvio: mientas esperaba que la Real compareciera, el Elche hacía ejercicios físicos organizados sobre el césped. Curiosa imagen, reflejo del partido. El caso es que el escenario no cambió en absoluto en la segunda mitad y el técnico escocés tardó lo suyo en admitir que no habría reacción con el mismo esquema y los mismos hombres. Los cambios, dos a la vez, no llegaron hasta el minuto 63. Dicho de otra manera, 18 minutos más de la segunda mitad tirados a la basura sin que hubiera motivo para la confianza en la reacción. Los cambios, eso sí, fueron valientes, y Moyes dio entrada a Vela y Agirretxe en lugar de Markel y Canales. La Real recuperó así un esquema reconocible, pero el resultado fue incluso peor. De Vela hubo noticias porque recibió un par de patadas interesantes de jugadores del Elche, pero ni una sola jugada, ni un disparo, absolutamente nada. Y de Agirretxe únicamente se supo por ese cabezazo ya en el minuto 94, instantes antes de que el colegiado señalara el final del encuentro. Hervías entró después por Canales y apenas le dio para intentar un par de internadas por la banda sin mucho éxito.
Como fútbol no hubo absolutamente nada, el protagonismo lo asumió Prieto Iglesias, otro de esos terribles árbitros que pueblan la competición española. Da tanta rabia la nulidad de la Real que ni siquiera se pueden cargar las tintas sobre el colegiado, pero su labor fue tan terrible que es obligado destacarlo. De gatillo fácil para sacar tarjetas a los realistas, tardó cerca de una veintena de infracciones del Elche en mostrar una amarilla a los locales. Y cuando lo hizo debió de ser el único que no se daba cuenta de que Fran Escribá había dado orden a los suyos de que forzaran amonestaciones que conllevaran sanción. El Elche visita la próxima jornada el Vicente Calderón y tenía cinco apercibidos. Tres vieron la amarilla que buscaban, y sólo uno por una falta, los otros dos por perder tiempo. Moyes se desesperó por ese motivo, Rulli también, y, cosas de mal árbitro, eso le costó la amarilla al técnico y al guardameta realista. Menos mal que el descarado tufo casero de Prieto Iglesias no bastó para atender las risibles protestas de la grada en dos peticiones de mano, un balón que se estrelló en la espalda de Zaldua y otro que dio en el pecho de De la Bella.
Como no sea una acumulación de adjetivos negativos, no hay mucho más que contar del paupérrimo paso de la Real por el Martínez Valero, donde se mostró como un equipo sin alma, sin recursos, sin ambición y que deja en bandeja un diagnóstico muy preocupante sobre el presente y sobre el futuro del equipo. Descartado ya por completo el sueño europeo de la séptima plaza porque la Real no ha querido aprovechar las múltiples ocasiones que ha dado el Málaga en las últimas semanas de recortar puntos, es obvio que Moyes quería ver a sus jugadores para saber cómo armar el equipo de la próxima temporada. Si el partido en Elche fuera definitivo, la Real tendría que hacer un número de fichajes que llegase fácilmente a los dos dígitos, porque nadie, ni habituales, ni novedades, ni recambios, dio muestras reales de querer formar parte del futuro txuri urdin. Si se prolonga mucho más esta racha ya de cuatro partidos sin ganar, igual hay que recordarle a los jugadores que con 38 puntos han bajado equipos. No parece que esta temporada vaya a ser el caso, pero si se creen ya de vacaciones igual hace falta un susto para que espabilen. Porque por amor propio ya no da la impresión de que lo vayan a hacer.
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