Ser un equipo de cantera implica muchas cosas. La Real tiene muchas de ellas. Eso es indudable, le duela al vecino que le duela o por mucho que pase desapercibido en los grandes medios de comunicación. Lo digo por el primer equipo, lo digo por el gran número de canteranos que formar parte de él (y ahí hay que aplaudir la política de renovaciones de los actuales dirigentes, también los de la parcela deportiva), pero lo digo también por las categorías inferiores, donde siempre suele haber algún internacional y de donde no paran de salir jugadores. Pero ser un equipo de cantera implica tener un cariño especial a esa misma cantera. Y ahí creo que estamos fallando. En parte, al menos. En algunos casos muy concretos pero cada vez más generalizados. Estamos descuidando, en otro asunto más, las formas. En estos últimos días hemos podido leer declaraciones de canteranos como Esnaola o Sarasola lamentando la escasa atención que les ha prestado la Real en sus cesiones y apuntando en una dirección, la de Loren, el director deportivo.
Esa falta de seguimiento a sus cesiones, desde mi punto de vista, tiene una explicación muy evidente: no se cuenta con ellos. Ni ahora que estamos en Primera, ni tampoco se pensaba en ellos como futuros jugadores de la Real cuando estábamos en Segunda. ¿Qué significa eso? Que se les subió al primer equipo sin confiar con ellos. Es decir, que nunca tuvieron una oportunidad real de triunfar con la camiseta txuri urdin pero, o bien se les vendió a ellos mismos lo contrario o bien nos lo vendieron a nosotros. Y si no se confía en ellos, las cesiones no eran más que dejar para mañana lo que no fuimos capaces de resolver hoy. Prolongar la agonía a costa de que esos realistas siguieran soñando con un futuro en Anoeta. Así no se hace cantera. Yo no quiero que los jugadores salgan de la Real Sociedad lamentando no haber aceptado una oferta del Athletic de Bilbao cuando tenían quince o dieciséis años. No creo que sea lo mejor para asentar esa cultura de cantera que la Real está obligada a compaginar con la formación de futbolistas profesionales. No creo que sea el camino.
Desde que se presentó a Montanier como entrenador de la Real para la próxima temporada, se ha venido diciendo que esta pretemporada será más importante que de costumbre porque el técnico quiere ver a sus jugadores antes de hacer descartes. Sin embargo, ya conocemos el nombre del primer futbolista que no va a tener esa oportunidad: Sarasola. Sí, de la cantera. ¿Por qué se le anuncia ya que no formará parte del primer equipo cuando el lateral izquierdo es uno de los puestos más cojos? A mí Sarasola no me convenció en los escasos partidos que jugó en el primer equipo, pero si se le ha cedido la pasada temporada hay que entender que fue porque se confiaba en sus posibilidades de regresar. No estoy diciendo que tenga hueco en la Real, pero sí me sorprende que, después de lo dicho, no se le dé la oportunidad. Y sorprende también la forma en la que se le ha despachado. Ejemplos como éste son los que pueden hacer reflexionar a chavales más jóvenes, que pueden verse reflejados, para buscar su camino profesional en otro sitio.
Sería bueno saber quién ha tomado esa decisión. Y por qué se está diciendo con tanta seguridad que Esnaola o Viguera son carne de cesión. El primero sólo jugó un partido en Segunda hace dos años, pero no lo hizo mal. Si no se cuenta con él, que se le dé la carta de libertad o se le traspase. El segundo ya se ganó a un entrenador, Lasarte, en una pretemporada. ¿Por qué no iba a poder hacer lo mismo con Montanier? Y si la decisión final es del entrenador, ¿por qué Loren afirmó con tanta rotundidad que la única certeza que teníamos es que Cadamuro e Illarramendi formarán parte del primer equipo? No me cuadra. Para unas cosas parece que las decisiones las está tomando la dirección deportiva y para otras da la impresión de que lo que se hace es dejar un marrón al entrenador. Es lo que le pasó a Lasarte con Rivas, por ejemplo. Y las formas fueron tan decisivas en la decisión de no renovar al manchego como en los casos de estos canteranos que no se han sentido queridos en sus peores momentos.
Y llegados a este punto, creo que es hora de que recibamos alguna explicación clara porque todos apunten en la misma dirección. Sarasola critica a Loren. Esnaola no critica a Loren, pero casi. Diego Rivas y Tamudo salieron de la Real criticando a Loren. Lillo y Loren eran amigos hasta que el entrenador salió de la Real, por las formas en las que se deshicieron de él. Hasta Juan Gómez sigue esperando en Argentina que Loren le coja el teléfono tras haberse interesado la propia Real por sus servicios como ojeador del club en el país sudamericano. Empiezan a ser demasiadas casualidades. Estamos dejando tirada a mucha gente. Y no, de la misma forma que no me gustó que Badiola tratara con desprecio a quien no comulgara con él, del mismo modo que lamenté que el Consejo de Denon se deshiciera de Kovacevic como si fuera "una bolsa de basura" -lo dijo él mismo-, no creo que sea de recibo el trato que está dando Loren a tanta gente que se ha dejado la piel por la camiseta txuri urdin. Si perdemos las formas, lo perdemos todo. Y si no apreciamos la cantera, incluso la que no nos sirve profesionalmente, estamos dando pasos en el camino equivocado.




Porque, en el fondo, no me importa que ayer la Real perdiera. En absoluto. La historia de la Real no se escribe sólo con sus grandes triunfos. Pero, ojo, no perdamos de vista que el de ayer fue también un triunfo. Era la primera vez que la Real, en su todavía corta historia, jugaba esta fase final de la Copa de la Reina. Y plantó cara a todo un Barça. No fue un partido demasiado vistoso ni tuvo grandes ocasiones de gol, pero en la primera parte ese sueño de ganar y acceder a la final no estuvo tan lejano. En absoluto. La Real no llegó a tirar a puerta, y ahí estuvo su principal carencia en el partido, pero supo maniatar en los primeros 45 minutos el juego de toque del Barça. El balón se movió mucho por la franja central del terreno de juego, y apenas llegó a las áreas. A la Real le costó mucho, pero tuvo sus pequeñas opciones de adelantarse en el marcador, sobre todo a balón parado, momentos en los que el Barça sufrió. Atrás, la defensa realista y su centro del campo se bastaban, con mucha superioridad, para cortar todos los centros que las jugadoras blaugranas querían meter hacia las bandas. El partido parecía bastante controlado y el peor enemigo que tenían las nuestras era el calor.
Nadie es culpable de que haga calor y, sin duda, las altas temperaturas las sufren los dos equipos, pero fue evidente que a la Real le afectó más que al Barça. Esto se podría haber solucionado buscando otra hora para el partido, que se jugó a las 18.00 horas (la segunda semifinal, en la que el Espanyol venció al Atlético de Madrid por 1-0, se jugó a las 20.30). Pero la Federación cometió aquí un patinazo que hizo un flaco favor al espectáculo deportivo. En realidad, la organización fue desastrosa. No se permitió el acceso del público hasta quince minutos antes del partido, lo que impidió a los seguidores ver el calentamiento. A los responsables federativos ni siquiera les importó que hubiera niños pequeños aguantando el sol en la explanada de entrada. A los aficionados se les hizo tirar latas y tapones de botellas, cuando junto al campo había una máquina de refrescos que, obviamente, vendía latas y el bar del recinto no tenía orden ni preocupación alguna en quitar los tapones. Todo fue un absurdo. Como que la bandera de la Real le tuviera que traer el equipo, por lo que fue retirada nada más acabar su partido, dejando un solo mastil vacío. Suspenso para la Federación, que debería trabajar más para promocionar el fútbol femenino.








