miércoles, marzo 02, 2011

REAL SOCIEDAD 1 - LEVANTE 1 Un punto entre lo más infame del fútbol

Infame es el primer adjetivo que puede describir el partido de hoy en Anoeta. Infame fue la actuación de la Real, que no pudo o no supo dar prácticamente ni un solo pase acertado en todo el partido. Es prácticamente imposible errar tanto y tan seguido en sólo 90 minutos, pero la Real lo consiguió hoy. Por eso destacó tanto el único pase acertado del encuentro, el que Aranburu le dio a Zurutuza para que marcara el gol txuri urdin. Infame fue la forma de jugar del Levante, que no su partido. No es lo mismo. Es infame salir a pegar patadas en una perfecta y sincronizada rotación de sus jugadores en un intento de evitar las tarjetas amarillas. Y, claro, infame fue la actuación del árbitro, Fernández Borbalán, que se convirtió en cómplice necesario de la táctica levantinista, no sólo evitando las tarjetas amarillas a sus jugadores (y a pesar de todo mostró cuatro al conjunto visitante) sino incluso señalando apenas la mitad de las infracciones que cometieron. Y en este escenario infame, sólo de forma infame podía llegar el gol del empate, de nuevo de rebote, de nuevo en propia puerta, esta vez con el nombre de Ansotegi aunque para las estadísticas se lo cuenten a Del Horno. Infame. Indudablemente infame. Aunque al menos vale un punto.

Lasarte pudo contar al final con su once de gala y tiró de él. Jugaron arriba todos los que salieron tocados de Cornellá-El Prat, y la apuesta en el mediocentro fue la de la veteranía: Diego Rivas y Aranburu. Illarramendi, de hecho, fue uno de los dos descartados de la convocatoria junto a Labaka. Quería la Real un partido con ritmo y ofreció justo lo contrario, una actuación plomiza que encontró en el Levante el rival perfecto, porque apenas necesita el balón para nada y siempre acompaña poniendo las dosis justas de infracciones. No pintaba mal la cosa cuando en el minuto 7, con cinco faltas señaladas al Levante, Juanfran veía la tarjeta amarilla. ¿Sería el día en que un rival fuera expulsado y eso condicionara de verdad el partido? Nada de eso, claro. Vanas esperanzas las nuestras si confiábamos en eso. Primero porque el propio Juanfran se retiró lesionado a los pocos minutos, haciendo que la primera gran tanda de patadas del Levante quedara, de facto, sin castigo efectivo. Y segundo porque Fernández Borbalán no estaba por la labor de cambiar de color de sus tarjetas bajo ningún concepto. ¿Que hay dudas? No se pita la falta y listo. Eso sucedió en más de una ocasión, y en una llegó a inventarse un corner a favor de la Real para no señalar la tercera falta consecutiva de un Juanlu que, asombrosamente, salió de Anoeta sin amonestación. Lo mismo le sucedió a Del Horno.

Con todo lo desesperante que es jugar un partido en esas condiciones, cuando el rival puede cometer cuántas infracciones desee y de todos los colores, lo peor del encuentro fue la actuación de la Real. No es fácil recordar un solo acierto en el pase de los jugadores que llevban la camiseta txuri urdin en todos los primeros 45 minutos, al menos no en zonas que supusieran algo de peligro para la portería del Levante. Sólo dos, en realidad. Xabi Prieto metió un balón espléndido al segundo palo, Zurutuza cedió atrás de cabeza y Griezmann estuvo a punto de marcar. Apenas unos segundos después, el francés volvió a tenerla, cuando Tamudo metió el balón tras un error del centro del campo del Levante, Griezmann trató de controlar para evitar la salida del portero, el balón se le fue muy largo y perdió la ocasión siquiera de disparar. Esas dos jugadas llegaron entre el minuto 44 y el 45. Mucho tiempo perdido. Antes de eso, un centro-chut del propio extremo galo rebotó en el larguero después de, en apariencia, traspasar la línea de fondo sin que el árbitro señalara nada. Sólo Estrada le ponía empuje al encuentro. Escasísimo bagaje el del equipo txuri urdin si tenemos en cuenta que al rival no le interesaba en absoluto la portería de Bravo. Faltó precisión, faltó ambición, faltó categoría. Faltó fútbol, en realidad.

La segunda parte no cambió la tónica del encuentro, pero sí un pequeño detalle. Aranburu cogió el mando del partido y fue el único jugador con un mínimo de clarividencia en el centro del campo. Su presión en las zonas en las que ya comienza a haber peligro si las cosas se hacen bien sirvió para robarle el balón a Ballesteros en el minuto 53. El capitán metió un espléndido pase a Zurutuza (recordó en parte al que dio el año pasado al Betis, en la misma portería de Anoeta) para que éste disparara con una precisión de cirujano, la que le ha faltado en otras ocasiones, junto al palo derecho de Munúa. Dentro de la infamia que rodeó al partido, esa jugada fue una luz en la oscuridad, un oásis en el desierto, un gol que tenía que valer tres puntos. Pero no, no los valió. Y no los valió sin que en realidad sepamos por qué. Y esto es lo doloroso, porque el Levante no disparó entre los tres palos ni una sola vez en los 90 minutos. Sólo ofreció en ataque muchos choques de Stuani, un jugador que se hartó a hacer faltas (algunas de las cuales ni siquiera señaló el árbitro, ignorarlas fue su tendencia en la segunda mitad) y de tirarse en busca de infracciones que por desgracia conseguía con demasiada frecuencia, y una preciosa jugada por la banda izquierda de la defensa realista de Jefferson Montero, que disparó al lateral de la red.

El gol del empate sólo pudo llegar por casualidad infame. Aunque, en realidad, no fue tan casualidad. La jugada comienza con una falta no señalada por Fernández Borbalán, la enésima pero la más decisiva a la postre. Y eso no es casualidad, porque eso es lo que hizo el árbitro en la segunda mitad: inhibirse y siempre en favor del mismo equipo, el visitante. No es una excusa, es un hecho. No se empató por eso, pero fue un factor más. El caso es que el balón le cayó a Del Horno lejos de la frontal del área y disparó. No quedó claro en las repeticiones si el lanzamiento iba a encontrar puerta, pero Ansotegi metió la cabeza y convirtió un disparo en apareciencia poco peligroso en un imparable trallazo que se coló por toda la escuadra izquierda de Bravo. La misma por la que se coló aquel rebote en la espalda de Pepe el día que el Real Madrid visitó Anoeta. Además, dos semanas seguidas se va el partido con goles en propia puerta o, al menos, con desafortunada y decisiva participación de un defensa realista. Se dijo durante la semana que la Real es el equipo que más goles en propia puerta se ha metido en la historia de la Liga. Juntar dos seguidos es ya el colmo de la mala suerte. Con dos cambios ya realizados, se fueron un fallón Griezmann y un desaparecidísimo Tamudo para dejar su hueco a Sutil y Agirretxe, la Real tuvo poca capacidad de reacción. Sólo un cabezazo de Demidov en el descuento pudo desequilibrar el marcador final.

No hay muchas buenas noticias en el infame partido de hoy, más allá del estado físico de Xabi Prieto y Griezmann que no les impidió llegar hasta donde quiso Lasarte. Al contrario, hay muchas malas noticias que afectan a la buena imagen que la Real ofrece en esta Liga. Sus mejores jugadores estuvieron muy escondidos, y eso sienta especialmente mal en el caso de un Xabi Prieto que no encaró a Juanfran cuando ya tenía tarjeta y tampoco a Del Horno cuando éste ocupó el lateral. Como equipo, hubo muchas fisuras y, sobre todo y como ya está dicho, muchos fallos con el balón en los pies. Incluso balones fáciles y sin oposición. Sin que el Levante creara peligro alguno, la defensa sí dio alguna sensación de un nerviosismo inmotivado. Sutil y Agirretxe, los dos cambios de Lasarte (que no agotó su cupo y él sabrá mejor que nadie por qué), no mejoraron en nada lo que ya había ofrecido el equipo hasta entonces. Sutil, incluso, tiene que apuntarse dos jugadas en su debe. Con lo que costó que Fernández Borbalán señalara algo a favor en las proximidades del área, él desperdició los dos únicos lanzamientos claros estrellándolos en la barrera. Lasarte, que quizá tampoco tuvo mucho margen de maniobra, no fue capaz de cambiar el curso del partido, soporífero si no fuera por la constante indignación con las faltas levantinistas.

Segundo partido en cuatro días y segunda oportunidad perdida para que la Real se asome a los puestos europeos. Vistas las timoratas aspiraciones que parece tener este equipo cuando se apunta el sueño europeo, asusta pensar qué hubiera pasado si se hubieran sumado los seis puntos, porque eso habría colocado al equipo txuri urdin en quinta posición con 40 puntos. Pero como se han escapado cinco puntos en esos dos encuentros, sin que se recuerde que Bravo haya pasado por ninguna situación de agobio, la Real se mantiene en la novena posición. Son esos cinco puntos los que le alejan de la quinta plaza, la del Espanyol. A tres están Athletic y Sevilla. Y con los mismos puntos, pero por delante por el average general, el Atlético de Madrid. Duros rivales por una lucha que debiera ser bonita pero que está provocando más ansiedad que la batalla por la supervivencia que, en realidad, está bastante más lejos de lo que muchos quieren creer. El año pasado el Málaga se salvó con 37 puntos y la Real ya suma 35, con doce partidos por jugarse. No creo que haya mucha lógica en seguir ignorando que lo que está cerca es Europa. Y a Europa se llega, indefectiblemente, por un camino: el del disfrute. Si la Real vuelve a disfrutar, volverá a ganar. Dos semanas sin hacerlo y tres mitades desastrosas nos alejan un poquitón de ese lugar. Pero seguimos estando ahí al lado.

1 comentario:

Campanilla dijo...

Si ya estaba cabreada después del partido del sabado, hoy sigo cabreada... El partido de ayer para mi ha sido de los peores visto en anoeta esta temporada. Al final tuvimos que agradecer que al menos nos llevasemos un punto.
Y ahora contra el depor y en lunes... no se si es un buen día y lugar para sacar algo positivo.

Ojala!!!

AUPA REAL