Vamos con los datos relevantes. El partido de mayor asistencia de la temporada ha sido, y no es ninguna sorpresa, la visita del PSG en Champions League. 39.336 espectadores se dieron cita en el recinto donostiarra para ver lo que al final no fue la noche mágica que todos hubiéramos soñado. La media de asistencia al estadio en la máxima competición continental ha sido espléndida, de casi 36.800 espectadores. Sobra decir que esta cifra sobrepasada con creces el antiguo aforo de Anoeta. La cifra también se parece mucho a la de la semifinal copera contra el Mallorca, que congregó a 35.781 espectadores.
En Liga, el mejor dato, tampoco sorprende a nadie, es del derbi contra el Athletic en la primera vuelta. Coincidiendo con el mejor momento de la temporada, acudieron a Anoeta 38.229 espectadores, algo más de los 37.555 que vieron poco después al Fútbol Club Barcelona y, ya en la segunda vuelta, en el tramo final del campeonato, a los 37.109 que vieron al Real Madrid. En ocho de los 19 partidos de Liga se registraron entradas superiores a los 32.000 espectadores.
Y ahora entramos en los datos negativos. Los horarios han hecho que la asistencia a Anoeta no sea especialmente elevada en la Liga. Cierto que la Champions es un esfuerzo notable, pero hay una compensación deportiva para que el espectáculo prime sobre las obligaciones diarias del aficionado. Cinco de los 19 partidos han sido entre semana, y uno de ellos, en algo que resulta especialmente sangrante, a las diez de la noche, el penúltimo que se jugó en casa, contra el Valencia, y con la clasificación europea todavía en juego. Que ese día se registrara la peor entrada de la temporada, 26.057 espectadores con todo lo que estaba disputándose, habla a las claras del deficiente planteamiento de la Liga para con los aficionados, que otrora eran el centro de todo y ahora un mero relleno.
No tiene lógica que la Real solo haya jugado dos partidos a las 17.00 horas y que hayan sido los dos primeros, en pleno mes de agosto, siguiendo un tópico absurdo sobre clima del norte, y que solo sume otros tres partidos a las 16.15 horas. En el infame horario de las 14.00 horas, nada menos que cinco partidos. Y para completar el cuadro, un partido más el domingo a las 21.00 horas. Son horarios complicados para el fútbol, mucho más cuando hablamos de un equipo que tiene una potente masa social que no vive en la ciudad en la que juega, sino en la provincia, y con una infraestructura de movilidad que no siempre ayuda a que esos viajes de llegada o regreso se puedan hacer con la mayor de las comodidades.
Con todo, la media de asistencia en Liga ha sido de más de 31.700 espectadores por partido, un dato que no es malo, pero sí mejorable, porque estamos hablando de que la Real, ahora mismo, no solo tiene cerrado el cupo de socios sino que tiene una larga lista de espera de 5.000 personas. Es decir, con casi 10.000 localidades libres por partido hay gente que no tiene más opción que sacar entradas individuales para cada encuentro. Nadie puede obligar a nadie a ir al estadio, y por supuesto cada persona tiene una circunstancias en las que nadie puede ni debe entrar. Pero al final se trata de que Anoeta empuje al equipo y es evidente que el club tendría que dar una vuelta a estos detalles.Hay temas siempre presentes entre los aficionados como el espectáculo que rodea ahora mismo a los partidos de Anoeta, en realidad es algo que pasa en todos los campos de la Liga, no es un fenómeno propio de la Real. Se entiende que el aficionado de siempre se sienta desconectado de cosas como la dance cam o los juegos de luz y color, porque no forman parte del fútbol de siempre, pero parece que es algo que debemos ya dar por establecido. No así con detalles como la celebración final, para la que se pidió al espectador el esfuerzo de quedarse en el campo con la temporada ya finalizada y que fue un festejo descafeinado, lejos de lo que el propio equipo merecía y de lo que la afición esperaba.
Entre los aspectos más negativos no hay que olvidar tampoco los problemas de seguridad, aunque eso no sea solo problema de la Real. La visita de los despreciables ultras del Benfica fue la gota que colmó el vaso, lanzando bengalas desde la zona teóricamente segura del estadio sin intervención policial manifiesta, pero en este curso también se vivieron las consecuencias de las algaradas provocadas por quienes llegaron a Anoeta la temporada anterior con las entradas facilitadas al Betis, incluyendo miembros del Frente Atlético. Algo pasa, algo se mueve y no se está controlando. Y ojo, que esto desemboca en espirales de odio que pueden tener finales mucho más complicados. No olvidemos, no podemos olvidar, que una aficionada de la Real recibió el impacto de una pelota de goma mientras llegaban los aficionados del PSG a Anoeta, como no para de denunciar su marido, Joseba, a pesar del abandono de la Justicia y de quienes tienen que impartirla.
Que la celebración de los goles de la Real en Anoeta sea tan icónica tiene que ser un impulso. Anoeta nunca será Atotxa, el mismo fútbol de ahora no tiene nada que ver con aquel, pero quizá la Real tendría que acordarse de lo que era aquello para dar ese paso más que siempre se pide a la gente. El aficionado ahí está, solo hay que arroparlo, y más en una época en la que el equipo le ofrece alegrías.
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