domingo, septiembre 28, 2014

REAL SOCIEDAD 1 - VALENCIA 1 Muy poco premio para una bravísima Real

Celebrando el gol del empate.
La Real no consiguió el triunfo ante el Valencia, uno que se antojaba fundamental para cortar la dinámica negativa en la que estaba instalado el equipo, pero es difícil encontrar algún reproche que hacerle a los realistas. Llegó el Valencia líder y no lo pareció porque la actuación del conjunto txuri urdin fue notable casi siempre, espléndida por momentos y bravísima durante los 90 minutos. Los de Jagoba Arrasate solventaron prácticamente todos los problemas que vienen padeciendo desde que arrancó la temporada, con la excepción de lo inofensivo de sus acciones de estrategia y algún que otro desajuste defensivo (que, en realidad, sólo se vio cuando el cansancio era más acusado), y pasó por encima de un Valencia superado, irreconocible por la acción de los realistas, por su presión, por sus combinaciones y por su espíritu combativo. Entre Diego Alves, la falta de acierto de cara a gol y una pizca de mala suerte, que siempre se cuela en partidos como éste, el equipo levantino salió vivo, a pesar de que pudo ganar en el tramo final. Pero si el empate ya es injusto, qué decir de una victoria visitante. La Real hizo un muy buen partido y al menos sacó un punto, muy poco premio para tantas cosas bien hechas.

Con más o menos aciertos en sus decisiones y con la idoneidad o no de algunos de los futbolistas que escoge para llevar a cabo sus ideas, la Real que Arrasate quiere es probablemente una muy cercana a la que se vio hoy ante el Valencia. Y esa Real bastó para superar en casi todas las facetas del juego a uno de los equipos invictos de la Liga, al líder de la competición que con este empate pierde esa plaza. Probablemente eso no se valore como se merece, pero ese es el mejor resumen de lo que se vio en Anoeta. La Real fue hoy mejor que el Valencia, mucho mejor. Y lo fue con Arrasate en el banquillo, con Zubikarai en la portería, con Elustondo en el centro de la defensa, con Markel en el mediocentro, con Agirretxe de delantero y con Mikel González, Pardo, Granero, Chory Castro y Finnbogason en el banquillo. Eso no es una defensa de nadie, sólo quiere decir más que esta Real es capaz de jugar bien de muchas maneras, incluso con decisiones equivocadas o incluso caprichosas si se quiere. Y explica bien a las claras que hay en esta plantilla elementos de sobra para jugar bien al fútbol y que su entrenador, con todo, es capaz de entender partidos mucho mejor que su colega del banquillo rival.

Todo eso sucedió hoy en Anoeta, donde la Real arrancó el partido enchufadísima y mostrando exactamente lo que Arrasate quiere de los once jugadores que despliega en el campo. Con la movilidad de los hombres de ataque, con las constantes ayudas de los centrocampistas, con el vital papel que han de jugar los laterales (sigue siendo maravilloso ver a Zaldua, un jugador incansable en ataque y que prácticamente nadie supera en defensa) y con un delantero que no se quede fijo en la posición del nueve. Con un Vela con ganas de armarla, con un Canales muy activo a pesar de no jugar en la posición que más se adapta a sus condiciones, con un Zurutuza reincorporado al equipo y ejerciendo el necesario papel de ancla entre el ataque y la defensa (hoy el equipo se partió menos que nunca, ese es el papel que Pardo y Granero aún no han sido capaces de ejecutar durante largos periodos de tiempo), con un Xabi Prieto móvil incluso cuando está desacertado, y con un Agirretxe que siempre sabe sacar su mejor versión ante el Valencia. ¿Y el equipo ché? Sobrepasado desde el minuto 1 por la presión realista, que hacía que el balón no le durara nada en los pies.

Gracias a eso, las ocasiones fueron cayendo del lado realista y en el primer cuarto de hora Diego Alves se convirtió, con mucho, en el mejor jugador valencianista. Primero fue Vela, con un tiro muy suyo desde la parte derecha del ataque realista, el que provocó un paradón del meta visitante. Después fue Agirretxe, que esta vez no pudo marcarle al Valencia como había hecho en las dos últimas temporadas. Pero el fútbol es caprichoso, y mientras el partido se estaba jugando en la frontal del área valencianista, la primera salida seria de los de Nuno acabó en gol. Carles Gil remató al fondo de la portería de Zubikarai una dejada de cabeza de Alcacer tras una buena combinación. El gol hizo brillar uno de los puntos débiles de la Real, su fragilidad defensiva. Elustondo, que obviamente no ha resuelto los problemas que el equipo arrastra en esa zona desde la temporada pasada, hace una marca a Alcacer francamente blanda y Zaldua, algo raro en él, sigue a ambos con bastante ingenuidad y sin percatarse de la incorporación de Gil desde atrás. Buen gol, sí, pero dio la impresión de que al menos era defensible. Por sexta jornada consecutiva, el primer gol del partido era del rival realista y eso siempre complica sumar de tres en tres.

Pero a diferencia de los anteriores marcadores adversos, el gol no alteró el buen partido de la Real. Una de las exigencias al equipo tras su dubitativo arranque de la temporada era que tuviera regularidad. Se reconoce su objetivo en la remontada al Real Madrid, en el final ante el Celta o en la primera media hora ante el Almería, pero al equipo le costaba tener un rendimiento constante. Ante el Valencia lo tuvo. Fue, de hecho, su mejor valor. La Real siempre jugó el partido para ganarlo, e incluso supo sobreponerse a los momentos más difíciles del encuentro. El 0-1 fue el primero, porque llegó sin ser un castigo merecido para la Real ni un premio ganado con fútbol por el Valencia. Alves tuvo que volver a intervenir a renglón seguido en dos ocasiones, primero para despejar de puños un centro desde la derecha que poco le faltó a Agirretxe para rematar y después para sacar casi de la escuadra una nueva volea del mismo realista. El partido, aunque el marcador dijera lo contrario, seguía en el mismo sitio, jugándose constantemente en la frontal del área valencianista. Por allí, Vela era una pesadilla y el Valencia apenas conseguía frenarle con faltas. Lo curioso es que Iglesias Villanueva acabó mostrando tarjeta amarilla al mexicano por revolverse en una jugada en la que había sufrido más de una falta.

El once inicial de la Real.
El colegiado fue siempre así de quisquilloso con la Real, tanto como fue permisivo con el Valencia. Sigue sin tener suerte el equipo txuri urdin con los arbitrajes, que en Anoeta son asombrosamente blandos con las faltas que sufren los realistas y con las pérdidas de tiempo de sus rivales. No deja de ser curioso que las tres tarjetas amarillas que vieron los locales (la ya mencionada de Vela, y luego De la Bella y Markel) llegaran tras faltas a favor de la Real. Para colmo, sólo la que favorecía a Vela fue sancionada. Fue un arbitraje de los desesperantes, a pesar de que apenas hubo jugadas polémicas de trascendencia. La única, en realidad, fue un gol fantasma. Tras un córner, prácticamente el único que consiguió rematar la Real a pesar de superar con creces los dos dígitos en esa estadística, Gayá sacó el cabezazo de Iñigo Martínez cuando Alves estaba ya batido. Es difícil decir si lo hizo desde la línea o si el balón la había ya traspasado, con lo que el árbitro sí merece el beneficio de la duda en esa jugada. Eso sí, esa acción sirvió para aumentar aún más la adrenalina de la Real, que marcó en la siguiente jugada, sin que el balón hubiera salido del campo.

Canales buscó un centro a Agirretxe desde el pico izquierdo del área, pero el delantero no alcanzó a tocarlo y el pase se fue envenenando hasta que Alves sólo pudo ver cómo se colaba en su portería. Gol, empate y un poco más de justicia en el marcador. La Real llegó al descanso habiendo disparado casi en una decena de ocasiones sobre el marco valencianista y habiendo encajado la única tentativa del conjunto visitante. Y aunque las ocasiones de gol no alcanzaron un número desorbitado, muy inferior por ejemplo al del encuentro ante el Almería, la superioridad realista era abrumadora. Nuno lo vio tan claro que hizo dos sustituciones al descanso, porque sabía que su equipo tenía que cambiar para aguantar ese empate que injustamente tenía. Pero en la segunda parte no cambió el escenario en absoluto. Es verdad que no llegaron a generarse grandes ocasiones de gol, más allá de un balón largo hacia Vela que Alves tuvo que despejar fuera de su área o unos cuantos córners que la Real, como de costumbre, no consiguió rematar, pero la asfixia al Valencia era de las que el conjunto visitante no había notado todavía en lo que llevamos de temporada. Por eso tuvo que recurrir a tantas faltas.

Pasada la hora de juego, el cansancio comenzó a hacer mella en la Real. Fue el segundo momento peligroso del partido. La entrada en el juego de Feghouli y varios pases en diagonal buscando la espalda de la defensa generaron cierta inquietud. Hasta ese momento, el minuto 70, esperó Arrasate para hacer sus cambios. Y esta vez, por mucho que se incida en ese minuto, se puede entender su confianza en un once que hizo exactamente lo que quería. Cuando Zurutuza no pudo más, salió Granero en su lugar. Y casi de forma consecutiva Mikel González sustituyó a Elustondo, renqueante tras una costalada en un salto del que Rodrigo salió sorprendentemente sin tarjeta amarilla. Perdido el segundo cambio para oxigenar el centro del campo y con la tarjeta amarilla que vio Markel poco después, el partido entró en un escenario peligroso. Iñigo tuvo que cortar arrojándose al suelo un buen pase que buscaba a Alcácer en el segundo palo. Y el central realista hizo claros gestos a sus compañeros para que el repliegue no sólo lo hiciera la línea de cuatro. Lo cierto es que el partido estaba ya algo partido y los balones largos desde la defensa se estaban convirtiendo en una constante.

Arrasate agotó los cambios dando entrada a Finnbogason por un agotado Agirretxe. Y fue precisamente en uno de esos balones largos, de Mikel, cuando el islandés tuvo una gran ocasión que desaprovechó por precipitarse. Intentó una vaselina al palo contrario en la salida de Alves, pero le dio tan flojo al balón que cayó en las manos del guardameta sin que tuviera que esforzarse. Fue prácticamente el único balón que tocó Finnbogason, pero esa llegada sirvió para que la Real sacara fuerzas de donde no las tenía. Canales tuvo después una doble tentativa tras una jugada iniciada por Vela y Xabi Prieto en la banda derecha, pero su primer disparo chocó en la defensa y el segundo se marchó a córner. Desde la esquina y a balón parado probaron Canales, Vela y Granero sin sacar nada en claro, lo que indica que hace falta mucho más trabajo en ese aspecto. Y el Valencia buscaba contras. En una de ellas provocó una falta que Alcácer estrelló en la barrera, y el Valencia acabó forzando un doble córner que, de nuevo, llevó la inquietud a la grada. En el segundo de ellos, Zubikarai hizo la parada de la Liga, una espectacular acción de reflejos sencillamente antológica. Es su fuerte y lo sigue demostrando, por mucho que no genere ni de lejos la misma seguridad que Bravo daba a la defensa y a la grada.

En esos minutos probablemente la mayor parte de los realistas estaba pensando que había que dar gracias por el empate, pero esta Real quiso morir en el área contraria y lo consiguió. Ya en el tiempo de descuento, tuvo dos opciones más para haber llevado la justicia al marcador y dejar los tres puntos en Donostia. Primero fue Canales, que remató el balón contra el suelo sólo para ver como Mustafi lo sacaba tras el bote cuando Alves estaba de nuevo batido. Y en el córner siguiente, el remate de cabeza de Granero salió lamiendo el palo a la derecha del guardameta valencianista. Hubiera sido toda una ironía que la Real lograra el triunfo en una suerte que tan poco estaba dominando en el partido, pero faltó un poco de precisión para que Anoeta pudiera cantar el gol. A pesar de que sólo hubo tres minutos de descuento (lógico a pesar de los dos cambios en el descanso, compensados por la pobre actitud valencianista de perder tiempo cuando por físico probablemente podría haber tenido opciones de ganar) dio tiempo a que Iglesias Villanueva culminara su nefasto arbitraje, no señalando dos infracciones sobre Vela y Xabi Prieto que podrían haber servido para que la Real colgara un último balón al área.

El marcador final.
La Real no ganó pero dejó una espléndida imagen. Esta, sobre todo la de la primera hora pero también la que llega al final de los partidos generando ocasiones en el área rival, es la Real que quiere Arrasate. La perfección no existe y probablemente en el fútbol es uno de los deportes en los que es más difícil de conseguir, pero el Valencia era una prueba muy dura para el equipo y la ha pasado con nota aunque sólo con un punto. Cuando los jugadores muestran su mejor versión, y hoy lo hicieron durante muchos minutos Zurutuza, Vela, Canales o Agirretxe, el debate sobre el sistema de juego palidece, porque si la Real hace bien las cosas el rival, sea cual sea su entidad, sufre. Sufrió el Real Madrid, sufrió el Celta y hoy sufrió el Valencia. La regularidad en los partidos debe ahora consolidarse entre las jornadas. Y mucho más que el debate sobre el dibujo o sobre jugadores concretos, da la sensación de que un trabajo más acertado en las jugadas de estrategia habría tenido que servir para ganar al Valencia, y probablemente con claridad. Porque hoy la Real fue mejor en casi todo y mereció mejor suerte. La suerte se busca, sin duda, pero el camino para encontrarla es éste.

2 comentarios:

Antonio R. dijo...

No se ha visto una mala Real. Se ha luchado aunque no se ha ganado. El Valencia es muy buen equipo. Veremos. No obstante, Anoeta debe ser un fortín porque fuera se baja bastante.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Antonio, a mí la Real me gustó mucho, muy combativa y con muchas cosas bien hechas. Y ante un rival de entidad. Es lo que dices, hace falta continuidad, en los partidos y tanto en casa como fuera. Así, los resultados sí pueden llegar. Con intermitencia, no.

Javi, sí, la entrada de Pardo en el centro del campo o incluso de Chory en ataque habría ayudado mucho en los minutos complicados. Confío en los mismos jugadores que tú y también me preocupa De la Bella. Pero si Yuri no está, no hay recambio... A ver si se recuperan ambos, uno deportivamente y el otro físicamente.