El 4-2 acaba de subir al marcador. |
Anoeta fue el termómetro de la Real, como lo ha sido casi siempre. Recibió al equipo y a su técnico como debía, con desaprobación por su arranque de la temporada, con una triste derrota en Ipurua y una sonora eliminación europea en Krasnodar. Pero el 4-2 cambió por completo el rostro de la hinchada txuri urdin, que salió del estadio henchida de felicidad. Esa metamorfosis tuvo su reflejo también dentro del campo. Aún con las mismas dudas de siempre en el arranque de su fútbol con Markel como pivote retrasado del rombo y demasiados balones largos desde atrás, Arrasate dispuso un once con mucho fútbol. Se puede debatir por qué casi siempre es Pardo el que se queda fuera del equipo en los partidos grandes, por qué Canales no termina de parecer titular en el equipo, incluso continuar con el debate sobre la presencia de Elustondo en el centro de la zaga. Pero los elegidos de Arrasate forman un equipo más que interesante se mire como se mire y dispuestos con el dibujo táctico que se quiera. Y aún así el arranque del partido fue terrible.
Eso no quiere decir que sólo la Real pusiera lo malo del partido. Es que delante estaba un Real Madrid del que asusta pensar cuánto cuestan sus jugadores. Faltaba Cristiano Ronaldo, cierto, pero la multimillonaria constelación de estrellas que tiene el campeón de Europa invalida cualquiera queja en ese sentido. En realidad, más podría lamentarse la Real por sus ausencias, al no tener a dos de sus fichajes, Rulli y Finnbogason, y con Vela en el banquillo todavía buscando los minutos que le lleven a su estado óptimo de forma. Aún así, valorar como se merece el once titular txuri urdin invita a pensar que el arranque de partido es lo que no se puede permitir, por mucho que haya un Real Madrid delante. Los de Ancelotti bailaron a la Real a su gusto durante buena parte de la primera mitad y en especial en un primer cuarto de hora en el que el fantasma de la goleada sobrevoló Anoeta cargado de razones, incluso aunque en esos minutos se tuviera la satisfacción de seguir asistiendo al enorme crecimiento como futbolista de Zaldua, un jugador descomunal que, bien secundado por De la Bella, justifica el papel que Arrasate quiere dar a los laterales.
No es que se puede decir que el 0-1 se viera venir, porque llegó en el minuto 5, pero para entonces ya había quedado claro que el Madrid iba a mandar en el juego. Aún así, ese tanto llegó a balón parado, aspecto del juego que amenaza con ser la mayor sangría defensiva de la Real si no mejoran las cosas. Fue escandalosa la defensa que Chory Castro hizo de Sergio Ramos en esa jugada, dando todas las facilidades al madridista para que su carrera hacia el balón invalidara cualquier desesperado intento de Elustondo por defender la zona dispuesta por Arrasate. Ramos conectó un perfecto cabezazo que hizo imposible la reacción de Zubikarai. Pero es que incluso si el el central madridista sólo hubiera peinado la pelota, Zurutuza también había descuidado la marca de Pepe en el segundo palo, elevando la defensa de la jugada a catástrofe. El 0-2 fue un golazo de Bale, cierto, pero que Elustondo sufriera un caño del galés dentro del área sirve para acrecentar las dudas. Elustondo está jugando ahora mismo contra sus propias limitaciones y contra las dudas instaladas en el entorno. Era el minuto 11 y el drama se cernía sobre Anoeta, porque el 0-2 empezaba a parecer un resultado corto.
Para entonces, Ramos había estrellado ya una falta en el larguero y Pepe primero y Modric después estuvieron a punto de marcar el rechace. Ya con dos goles de ventaja, Marcelo dispuso de dos claras ocasiones, una descabellada cesión atrás de De la Bella que Zubikarai no se atrevió a despejar con las manos casi la aprovecha Benzema y Ramos tuvo una nueva ocasión de cabeza ante la enorme fragilidad de la Real en la estrategia. Incluso Zubikarai evitó con el pie un tanto de Kroos. Pero en el fondo era más zozobra defensiva que una sensación de estar ya derrotados. El equipo de Arrasate no sintió nunca la necesidad de arrojar la toalla. Siempre pensó en atacar y rondó el área del Madrid. Es cierto que le costó mucho tiempo encontrar los espacios para provocar peligro, nada menos que 27 minutos, pero la Real estaba en el partido. Sufriendo, pero estaba. En ese minuto 27, el equipo encontró al fin la forma de hacer daño. La jugada acabó con un disparo de Granero desde dentro del área que desvió Ramos de forma casi heroica. Y en el rechace Carvajal arrolló a Zurutuza dentro del área. Tan cierto es que Zuru fuerza el choque (que además motivo que el Madrid parara el partido por su cuenta, con la entrada no autorizada de sus médicos, abortando una ocasión txuri urdin) como que en el centro del campo se habría pitado falta siempre.
La Real no murió en esa primera media hora porque está unida. Juntos pueden hacer grandes cosas y ellos lo saben. Por eso, en realidad, resulta tan inadmisible lo de Eibar o lo de Krasnodar, pero es la clave de noches como la del Madrid. Agirretxe buscó un disparo a la media vuelta dentro del área pero la defensa madridista lo envío a córner. Y ahí, un equipo que defiende fatal la estrategia demostró que en ataque la domina a la perfección. Xabi Prieto, que tiene un valor incalculable por alto aunque no parezca del todo aprovechado desde la esquina, peinó el balón en el primer palo para que Iñigo Martínez, completamente solo en el segundo (Ramos devolvió el regalo que Chory le había hecho en el primer gol madridista) empujó el balón al fondo de las mallas. Y más que el gol, por mucho que sea lo que sube al marcador, importa su reacción. Rabia, furia, ánimos a la grada, carrera hacia el centro del campo y pensando en el segundo gol porque, pese al baile de los primeros minutos, no parecía imposible. Y es que no pasaron más que seis minutos para que llegara el empate. Un descomunal pase de De la Bella desde la izquierda lo remató Zurutuza, jugándose el físico ante Marcelo, y lo hace con un formidable testarazo pero también con el alma.
Cómo había cambiado el partido en apenas cinco minutos. Y habría cambiado más en el descuento, esta vez para peor, si la mala salida de Zubikarai, en otra jugada de estrategia que la Real no supo dominar en su conjunto, hubiera encontrado un remate más certero de Ramos. El balón se marchó lamiendo el palo. Si la Real no tuviera carácter, como tantas veces se le ha achacado a este equipo en los últimos años, esa jugada podría haber pesado mucho en su ánimo. Pero fue justo al revés. Los de Arrasate salieron a jugar en la segunda mitad como se le supone a este equipo. Quizá no siempre con un fútbol primoroso, de toque o de posesión (que a nadie se le olvide que delante estaba el Real Madrid), pero con un corazón y una entrega de las que ganan partidos. Ese es el camino para, después, encontrar la calidad. Y ahí destaca Xabi Prieto. Un pase suyo al corazón del área lo cabeceó Agirretxe para encontrarse con el milagroso pie de Casillas en el tercer minuto de la segunda mitad y poco después fue Ramos el que impidió que el 9 realista se estrenara. No tiene todavía gol, pero un Agirretxe que pelea y encuentra ocasiones siempre cabe en este equipo.
Arrasate vio que el partido se podía ganar y arriesgó. Tantas veces ha tardado tanto en hacer sus cambios y han sido tan poco efectivos que cuando sucede lo contrario casi parece más obligado decirlo. No se había llegado al cuarto de hora cuando colocó sobre el césped toda la pólvora disponible. Vela y Canales por Chory y Agirretxe. Mucho más que un cambio de cromos, toda una declaración de intenciones, que además sirve para poner sobre la mesa la amplitud de una plantilla que tantas veces se ha considerado corta. Los cambios salieron tan bien que Canales fue el iniciador de la jugada del tercer gol. Una magnífica maniobra suya dejó libre de marca a Xabi Prieto sobre la línea de fondo y desde ahí el capitán sacó el guante que tiene en su pie derecho para enviar un balón perfecto al corazón del área que Zurutuza remató entrando desde atrás adelantándose a la defensa. Tantas veces se recuerda el necesario papel protagonista de Zurutuza en el mejor fútbol de la Real que cuando llega parece terriblemente natural. Incluso con algunos fallos en el pase en la primera mitad, su partido fue de los de enmarcar por su trascendencia.
Como el mundo del fútbol gira en torno al Madrid y al Barcelona, demasiados análisis de este partido se volcarán en las cosas que los de Ancelotti hicieron mal. Y sí, su desconexión en la segunda mitad fue asombrosa. Pero delante estaba una Real que, ahora sí, entendió las virtudes que quiere explotar su entrenador. Cuesta, quizá demasiado, pero cuando el equipo lo hace hay opciones de que sucedan cosas grandes. Con el 3-2 en el marcador y la remontada completa, nunca dio la impresión de que estuviera cerca el empate. Y, de hecho, lo que llegó fue el 4-2, aprovechando de nuevo un córner. Vela tuvo tiempo de acomodarse el balón dentro del área para calzar un magnífico disparo junto al palo y por encima de Carvajal, que lo cubría, para subir el cuarto al marcador. El shock en el Madrid era tan enorme que no había soluciones ni desde su constelación de estrellas en el campo ni desde su banquillo, con cambios planos (Khedira por Modric y Arbeloa por Carvajal). Generar impotencia en un equipo así es un enorme mérito de su rival.
Se habla también mucho de la falta de ambición en la Real, pero hay detalles que apuntan a lo contrario. La última jugada del partido, con un 4-2 en el marcador ante el Madrid, es una evidencia. De la Bella roba el balón en su propio campo, con una entrada fuerte, abajo, con decisión. Y lejos de pensar en lo cerca que está el final del partido, echa a correr, buscando un contragolpe para hacer el quinto. González Munuera, un árbitro malo, otro más, que nunca pareció medir jugadas análogas de la misma manera o de saber lo que estaba haciendo, pitó el final antes de que llegara a la línea del centro del campo y se tuviera la sensación de que estaba cortando una ocasión clara, pero De la Bella estaba ya mirando a Vela y éste seguro que ya estaba vigilando a Casillas. Antes de eso, Arrasate introdujo uno de esos cambios defensivos que no le sientan bien al equipo, colocando a Mikel González como tercer central, además con Elustondo en el centro de la línea. Así el Madrid tuvo sus dos ocasiones más claras, una jugada personal que detuvo Zubikarai en dos tiempos y un disparo de Benzema que se estrelló en el lateral del palo.
El 4-2 en el marcador de Anoeta. |
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