Rulli, embarcándose a la pretemporada 2015-2016. |
El inconveniente de incorporar a futbolistas del perfil de Rulli, y eso no tiene nada que ver con que su calidad le pueda llevar a un grande en el momento más inconveniente para la Real sino con el hecho de que sea propiedad de un fondo de inversión, es que hay peligros en todas partes. No sólo de los equipos realmente poderosos, que es evidente que si quieren a un realista se lo van a llevar casi sin ningún género de dudas, sino de un grupo de clubes mucho más amplio, nuevos ricos y aspirantes a serlo, de la Liga española y de otras competiciones en las que hay más dinero televisivo, con Inglaterra como estandarte. Por eso, y aún con final feliz, sorprendió que la Real se confiara tanto sin tener un contrato definitivo y que no respondiera públicamente a la inquietud que el caso había generado entre los aficionados, y que habría prolongado una maldición en la portería realista que viene dejando aspectos un tanto surrealistas en los últimos, desde la reciente demanda de Bravo por un porcentaje de su traspaso al que en teoría había renunciado hasta aquel verano en el que Loren anunció la disposición de traspasar a Bravo y Riesgo sin poder colocar a ninguno de los dos pasando por aquel fichaje imposible de Queco Piña, que jamás jugó en la Real.
Al margen de esa ingenuidad mostrada tanto por el Consejo de Administración realista como por su director deportivo, no olvidemos cómo se ha comportado el Valencia en este asunto, porque eso es tan digno de comentario como la posición de Rulli. ¿Se ha obrado de forma legal desde la capital del Turia? Difícil de decir, porque por momentos sobrevoló por encima de este caso el de Iban Zubiaurre, aquel lateral que arruinó su carrera por romper unilaterlmente su contrato para presentarse con el Athletic sin lucir su camiseta aquel día por las dudas jurídicas que había. La Real parecía dispuesta a llevar también una hipotética marcha de Rulli a los tribunales. Pero incluso aunque la operación fuera legal, el Valencia ha tratado de romper el compromiso que Rulli dejó firmado con la Real antes de marcharse de vacaciones. No habrá porteros en el mundo como para lanzarse a una maniobra que podría haber salido de cualquier manera y que lo único que ha conseguido es enfadar, con razón, a la Real y a sus seguidores.
No hay que perder de vista, eso sí, que si el Valencia actuó de esta forma rastrera en lo ético es porque la postura de Rulli es sencillamente extraordinaria. Y ejemplos hay de sobra en la historia de la Real Sociedad de jugadores que olvidaron su cariño a unos colores o sus compromisos personales para buscar otros destinos en los que ganar mucho más dinero que en San Sebastián. En la historia reciente, el caso más evidente es el de Asier Illarramendi, que dos días después de proclamar que no se veía con otra camiseta que no fuera la txuri urdin se enfundaba la blanca del Real Madrid. Y ojo, que a Illarra todos le teníamos como uno de esos realistas que engrandecería la historia de txuri urdin convirtiéndose en un nuevo One Club Man, heredero directo de Xabi Prieto o Aranburu, con los que compartió vestuario. Pero Rulli ha demostrado una cosa que muchas veces no tenemos en cuenta, y es que la Real es uno de esos equipos que merecen la pena, que no ofrecen tanto dinero como otros, eso es obvio, pero que sí aportan muchas cosas que en otros lugares no se pueden conseguir. La grandeza de Rulli ya no está sólo en el terreno de juego. Esta en su actitud, la que ha hecho que, cualquiera que sea su destino en el futuro, cuente con las enormes simpatías de la hinchada realista. Se la ha ganado.
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