Hay muchos elementos, muchas decisiones, que no han tenido este año la eficacia deseada en el seno de la Real Sociedad, pero quizás la más inexplicable por el fondo y por la forma sea la marcha de Roberto Olabe. Que el director deportivo anunciara en noviembre de 2024 que dejaría su puesto al finalizar la temporada es un movimiento que no se ha explicado convenientemente. De hecho, no se ha explicado de ninguna manera y el propio Olabe se ha acabado marchando sin rendir cuentas del trabajo realizado, ni en la confección de la plantilla, ni en las decisiones tomadas en el mercado de invierno, ni siquiera en aclarar cuál ha sido la función de un director deportivo cuando ya se sabe que no va a tener papel alguno en la creación de la plantilla que está por venir, decisiones de especial calado además por la salida del otro gran pilar deportivo del primer equipo, el entrenador. Una simple carta, más de recuerdos y agradecimientos que de explicaciones, parece algo insuficiente, frío y casi injusto con la intensidad de la labor realizado durante los últimos años.
Como sucede con Imanol, es evidente que de Olabe se puede juzgar la etapa completa con tanto o más sentido que el devenir de la última temporada. En probable que el director deportivo haya tenido más detractores que el técnico desde que dio sus primeros pasos en el primer equipo, pero evaluar su legado implica ir más allá de una temporada de aciertos o errores. Y sí parece evidente que Olabe es parte esencial de un proceso de transformación notable en la Real, proceso que ha llevado a estar en la cumbre durante mucho tiempo y de manera prolongada. Si miramos la procedencia de los fichajes realizados en estos tiempos y la forma en la que se trabajado en ellos hay muchos casos en los que hay que quitarse el sombrero. Ahora todo el mundo ve hasta donde han llegado o puede seguir progresando jugadores como Odegaard, Isak, Kubo o Merino, pero en su momento fueron apuestas arriesgadas que generaron no pocas críticas. Convencer a gente como Monreal o Silva de que culminen aquí sus carreras es algo brillante. La Real se mueve ahora en un mundo distinto al que lo hacía antes de Olabe, no solo por Olabe, pero sería injusto sacarle de esa dimensión.
Precisamente por eso se antoja más complicado asumir que el ya ex director deportivo no haya rendido cuentas de su curso final, máxime cuando quien se queda al mando es su número dos, un Erik Bretos que tiene que hacer frente a unas cuantas patatas calientes, fallos personales en la política que ha seguido la Real en los últimos tiempos de los que, sí, no hay explicaciones. Es evidente que las decisiones estratégicas tomadas en el verano y en el invierno no han dado el resultado buscado. Los fichajes de la Real han estado muy lejos de marcar las diferencias. Y el que ha jugado un rol máss importante durante más tiempo, Aguerd, dio la sensación de ser un movimiento apresurado y casi desesperado antes de que se cerrara el mercado veraniego. Eso habla de un fallo de planificación, pero también, todo hay que decirlo, de un trabajo de seguimiento notable para encontrar una operación rentable de último minuto. Que la dirección deportiva esté así de atenta al mercado es un evidente punto a favor, por mucho que la causa sea una falta de previsión o un exceso de confianza.
No ha sido acertado, en cambio, todo lo que se ha decidido para la delantera. Solo los protagonistas sabrán lo que ha pasado realmente, pero la Real ha vivido toda la temporada sin un delantero centro titular, dándole ese papel en exclusiva a Oyarzabal, dicen los críticos que por cabezonería de Imanol. En el mismo equipo que desde que se acometieron fichajes extranjeros por primera vez se ha depositado esa confianza anotadora en colosos como Aldridge, Kodro o Kovacevic, no parece lógico el fracaso de dos fichajes millonarios consecutivos de perfiles tan diametralmente opuestos como los de Sadiq y Oskarsson, como si no se supiera si su juego tiene encaje o no en el sistema de Imanol. Ambos tienen todavía opciones de redención, más Oskarsson que Sadiq, pero parece que no haya habido la debida comunicación entre la planta noble de Anoeta y el banquillo para cubrir esa posición. Incluso sacar de la ecuación a los dos potrillos que podrían haber supuesto un alivio en la carga de minutos, Karrikaburu en verano y Magunazelaia en invierno, no parece la mejor de las decisiones cuando la Real iba a afrontar esa temida etapa de 19 partidos con dos o tres días de descanso. ¿Por qué se hizo así? No lo sabemos, no se ha explicado.
Ese es solo un ejemplo de cómo ha transcurrido la temporada, en la que han entrado y salido futbolistas sin que entendamos las razones, sencillamente porque no se han dado desde donde parecía lógico y necesario. La Real, aunque no fuera cierto, que eso lo tendrán que decir quienes hayan vivido la historia desde dentro, se ha presentado en cierta manera como un barco a la deriva en el que no había consonancia entre los comandantes y donde Imanol se enfrentaba al juicio mediático y social en solitario, abandonado en ocasiones a su suerte y viéndose obligado a lanzar mensajes que han generado todavía más polémica y desasosiego donde antes había paz y una sensación de mucha más unidad, aunque también pudiera ser ficticia si es cierto que en su momento Olabe habría apostado por dar el equipo al hoy ya entrenador del Real Madrid, Xabi Alonso.
Son demasiadas las incógnitas con las que acaba una etapa que, como la de Imanol y de su mano, se tiene que considerar exitosa. Obviamente, no todos los fichajes han dado lo que Olabe, o cualquier aficionado, podía esperar. Nunca se acierta siempre y pensar lo contrario no es que sea utópico, que también, es sencillamente situarse fuera de la realidad. Olabe también se ha colocado ahí por la forma en la que ha puesto un triste y silencioso punto final a este viaje. Es la hora de Bretos y todo lo que se dice de él es tremendamente positivo. No va a tener un trabajo fácil, pero la menor decisión que podría tomar es la que le lleve a aprender de los errores. No es los fichajes, no en los nombres, sino en la forma de entender lo que tiene que ser la Real y lo que necesitan sus aficionados. Casi nada.
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